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Cecilia Casado

A partir de los 50

La tía Tere. “In memoriam”

 

 

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“¡A ver cuándo te cortas esa melena!”. Ese era su grito de guerra cuando aparecía por casa acompañada de una de sus hijas, camino de otras latitudes francesas. Yo sé que me lo decía en broma, más como un piropo que como una admonición por estar casada y salirme de los cánones establecidos. Luego, me lo acariciaba.

 

La tía Tere era la hermana pequeña de mi padre y falleció el sábado camino de cumplir los 92. Seguro que le lloran todos a quienes ella a su vez quería y quizás con ese punto de esperanza en otra vida en la que tenía puesta toda su fe.

Fui una de sus numerosas sobrinas aunque la vida no nos hizo compartir demasiadas risas: vivía en otro país, en otra cultura, lejos. Sin embargo, su vida, por capítulos, me la fue contando mi padre en aquellas tardes que nos regalábamos para hablar de “nuestras cosas”. Ya antes de ponerle cara, con mis doce años, representaba para mí el prototipo de mujer libre, que tiró por tierra convenciones, saltó barreras e hizo lo que eufemísticamente se llamaba “lo que le daba la gana” y que en castellano del que todos entendemos quiere decir que “siguió su camino para ser feliz”.

Quiero pensar que lo consiguió a su manera, ella contaba su vida por entregas, como una biografía en la que ocurre “de todo”; desde su juventud contestataria (pertenecía a una familia costumbrista del Burgos de principios del siglo XX), sus viajes al extranjero (o escapadas), su amor por mi tío Luis que era tan guapo y tenía tanto carisma, su entrega a todos sus hijos, su adaptación primero y su cariño después hacia un país extraño en el que tuvo que vivir tantos años…

La tía Tere llevaba sobre el corazón una etiqueta que pocas mujeres se atrevían a llevar; como si en el envés del escapulario que ponían a las jóvenes llevase un brazo doblado con un puño alzado. Ahora habría sido feminista, casi seguro…

Pero los vientos de la vida la llevaron aquí y allá y decidió no oponer la resistencia del roble que sucumbe al viento y al rayo y prefirió ser junco que se inclina sin quebrarse; con su sonrisa afable y un aguerrido temperamento salió delante de las escaramuzas de la vida. Viajera incansable hasta que se asentó. Rompiendo esquemas –nos hicimos cruces cuando se puso a patinar a los casi 80 años-, matriarca con carácter de una familia con carácter, soltaba ramalazos de ternura cuando menos lo esperabas.

“Recuerda a mi madre feliz –escribe una de sus hijas-, lanzándose al agua de la vida con su vitalidad, su ímpetu, su alegría, su amor a la naturaleza, a las flores. De todas las flores le gustaban más las pequeñas flores del campo. Se maravillaba al verlas. Para ella toda la naturaleza, que amaba con todo su cuerpo y alma, era una obra divina. Ya no podía pasear, coger sus flores, ir a su misa. Ahora es libre.”

La tía Tere fue la única tía con la que pude tener trato. Fue el único referente familiar femenino que me contó anécdotas de la infancia común con mi padre; a través de ella percibí la historia paterna desde otra óptica mucho más favorecedora: ella me hizo ver a mi padre como un chico joven, alegre, lleno de vitalidad, el hermano guasón y un poco gamberro en vez del señor que yo conocí ya convertido en pater familias.

La tía Tere traía rachas de aire puro a casa cuando nos visitaba, a veces en forma de vendaval, pero qué bienvenida era, ¡qué contento se ponía mi padre! Nunca falté a abrazarla en mi juventud y luego, pasados los años, tuve el privilegio de volverla a abrazar cuando ya ella superaba los ochenta y, en su casa, como invitada de honor, me sacó los cubiertos de plata, pero no sin antes amonestarme: -“Ceci, hija, que ya no tienes edad para llevar esa melena…”.

Adiós tía Tere… ¡qué buen sabor de boca me has dejado, qué contento el corazón!

Felices los felices.

LaAlquimista

** “La tía Tere”  Teresa Casado de la Puerta.

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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