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Cecilia Casado

A partir de los 50

La alegría de vivir. Reflexión con torrijas

torrijas

Filosofando delante de unas torrijas, mi amiga Anatxi y yo desgranamos en qué se nos había convertido la “alegría de vivir” una vez jubiladas y con la mochila de muchos desgastes a cuenta. Desgastes puramente físicos que vienen en el lote de los muchos lustros vividos y desgastes “de los otros”, de los que se llaman (des)ilusión o (des)encanto. Irremediable, me temo.

La rutina de la supervivencia, un día tras otro, abrir los ojos a la mañana sin más emoción en el horizonte que el horizonte mismo que se perfila a los pies de la cama. Puede serlo todo o puede ser la auténtica nada, como decía el pensador decepcionado.

Afrontar un nuevo día, un día más, igual o parecido a los que vendrán –si es que no se trunca el calendario abruptamente. Si hace sol con las gafas ahumadas y si llueve con el paraguas plegable, pero siempre con la vida a cuestas, no se hace el trabajo liviano, cada vez pesan más las piernas y los recuerdos.

Reflexionamos las dos amigas sobre el guion de algunas personas que se están inventando la vida continuamente, como si fuera una montaña rusa que hay que subir y bajar para sentirse en paz cuando uno ya ha dejado de estar mareado y lo ha vomitado todo. ¡Qué cansancio, qué estupidez!  (O eso nos parece).

Vivir un día tras de otro hasta que las pilas se agoten y ya no quede nada.

Y este pensamiento nos parece nefasto, negativo, poco favorable para seguir sacando fuerzas de flaqueza para esa caminata en suelo pedregoso que es la vida, así que decidimos tomarnos un chupito de guisqui que es muy bueno para alejar los pensamientos enredosos.

¿Tenemos realmente “alegría de vivir”? Pero, a ver: ¿Qué es realmente eso ? ¿Inconsciencia? ¿Imaginación calenturienta? ¿Ínfulas de “gracia divina”? Llegamos a la conclusión de que es algo mucho más sencillo; tanto como sonreir al nuevo día cada mañana dando gracias al Universo por todos los dones recibidos. El resto, son milongas.

elur-y-hacheSon las cinco de la tarde y ya llevamos varias horas comiendo y charlando. Los perrillos sestean y la digestión desacelera el pensamiento. Mejor lo dejamos estar y no le damos más vueltas a la cabeza no vaya a ser que la sangre se aleje de su sitio y tengamos un mareo.

En el camino de vuelta a casa, Elur va olisqueando todas las paredes, todos los alcorques, va siguiendo todos los rastros de lo que a él le da alegría de vivir. Es un buen ejemplo a seguir; yo también debería seguir mis “rastros” preferidos en vez de imaginar efluvios que nunca he conocido.

A fin de cuentas, la conclusión que hemos sacado es que la única posible “alegría de vivir” proviene sencillamente del hecho de “estar vivo”. Pues casi nada…

merluza

***Gracias Anatxi por el cariño, la compañía…¡y la merluza!. (Las torrijas las llevé yo)

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

*** Fotos: Cecilia Casado

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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