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Cecilia Casado

A partir de los 50

Vacaciones indefinidas

a-mi-otro-mar

 

Parece un sinsentido hablar de vacaciones desde el punto de vista de una persona jubilada que, a efectos prácticos, ya no tiene que acudir a fichar ni un solo día más en su vida. Es decir, y como he empezado a pensar hace un tiempo, es una situación en la que “todos los días son víspera de fiesta”. Sin embargo, la mente elige sus propios derroteros y no siempre son los que figuran en el mapa emocional.

Por ejemplo: lo de madrugar. Que durante treinta y seis años lo he estado haciendo por obligación y ahora lo sigo haciendo por devoción. ¡Pero si no tengo prisa, si me puedo quedar en la cama hasta que me dé la gana! Pues nada: a las siete menos veinte, PLAF, ya estoy con las pilas puestas; pero no me importa porque lo que verdaderamente condiciona es el hecho de que, cuando te acuestas, SABES que no hay prisa, SABES que no conectas el despertador y ahí está la gracia y el disfrute. (Entre otras cosas)

Con el tema de las vacaciones pasa tres cuartos de lo mismo, que no están marcados en  rojo en el calendario los días anhelados en los que vas a hacer lo que crees deseas sino que se presenta ante ti –el calendario “laboral”- como una vasta extensión de posibilidades, todas ellas magníficas incluso si no apetece llevarlas a cabo.

Estar de vacaciones significa en mi código personal desconectar de las cargas vitales habituales. Parar el ritmo –a veces frenético- que nos imponemos y seguir bailando con otra música; puede que sea un lánguido bolero o un disonante rock, pero será mi nuevo ritmo, el elegido únicamente por mí, sin interferencias ni imposiciones o compromisos.

Es un privilegio que se adquiere con la edad, qué duda cabe. Los hijos crecen y ya no hay que llevarlos a la playa o a la piscina o al parque temático; ni dar largos paseos en bicicleta ni mucho menos esperar a que den las doce de la noche para que se vayan a la cama y entonces disfrutar de un tranquilo gin tonic en la oscuridad fresca de la terraza casera. Ahora es el tiempo de elegir libremente o de consensuar generosamente, según el caso.

Sin embargo, hay no pocas personas para las que el concepto “vacaciones” significa únicamente dejar de trabajar; con eso les basta, y no les critico, aunque a veces me he sorprendido cuando me contaban que no hacían nada especial en ese período no laborable porque nada especial les apetecía hacer. Bueno, está claro que no he contado con ellos nunca para mis planes…

a-partir-de-los-50Así que escucho a mi voz interior –que sabe mucho más que mi ordenador central de ahí arriba- y le hago caso. Y sigo publicando el blog desde “mi otro mar” porque no me siento obligada a hacerlo, sino por un puro ejercicio de libertad. Bien es cierto que el formato ha cambiado mucho últimamente; es decir: por problemas técnicos de adjuntar comentarios, los comentaristas en general, han dejado de compartir su opinión con los lectores, aburridos. Una pena, qué duda cabe, pero igual es que tenía que ser así, que también ellos necesitaban “vacaciones”.

Lo importante es que siguen estando los lectores ahí, en silencio –y espero que a la sombra. Y que de vez en cuando envían emails personales que me gratifican, qué duda cabe.

Todo está en orden, pues. Seguimos reflexionando desde el jardín…

Felices los felices.

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LaAlquimista

Foto: Alqui en su otro mar

Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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