Ayer leí y compartí en redes el valiente y demoledor artículo de Javier Cercas acerca de la ignominia que se está perpetrando con los “pasajeros” del barco Open Arms, enseña de la ONG del mismo nombre.
https://elpais.com/elpais/2019/08/12/opinion/1565627638_292481.html
Algunos de mis contactos virtuales se echan –como yo misma- las manos a la cabeza, condoliéndose y doliéndose de la falta de interés y de humanidad de los Gobiernos implicados en el caso, principalmente el español, por ser esta la bandera que ostenta el barco que “navega a la deriva” por culpa de las leyes que se arrojan en la UE unos a otros.
Sin embargo, no han sido pocos ni casuales, quienes están de acuerdo en que el problema “no es nuestro sino suyo”, haciendo gala de una manifiesta insolidaridad y hasta –en algunos casos concretos- de falta de humanidad.
Entre mis contactos de whatsapp figura incluso una persona que ostenta un nada desdeñable cargo en el gobierno socialista (cosas de la vida) y esperaba ansiosa su respuesta, que imaginaba no iría más allá del típico emoticono con una carita y una lágrima o un monigote encogiéndose de hombros. Pero la callada por respuesta, qué decepción, amigo mío.
Si el Presidente en funciones fuera Pablo, le escribiría indignada haciendo uso del derecho de réplica a todos los whatsapps que me ha enviado él. O su secretario de prensa y comunicación. Le diría que me borro, que ya no le ajunto, que siento vergüenza y dolor, que no entiendo nada y que me lo explique negro sobre blanco.
Pero como el que manda aún es Pedro y nunca hemos cruzado dos palabras –ni virtuales ni reales- paso de decirle nada, que de eso ya se están encargando muchos de quienes le han apoyado en su trayectoria egocéntrica hacia el sillón más importante del Congreso.
Yo no soy más que una bloguera jubilada. Una mujer que todavía tiene una pequeña voz en esta palestra que ofrecen los medios de manera desinteresada (sobre todo para los que escriben sin cobrar ni en especies ni en especias). Yo soy una ciudadana con todos los derechos en activo, ni imputada ni investigada, por no tener, no tengo ni multas por mal aparcamiento; pago mis impuestos y creía que tenía la conciencia tranquila.
Pero, no. No la tengo. Desde hace una semana larga el sueño relajador me ha sido hurtado por las imágenes continuas de una realidad que no quiero que me deje indiferente mientras voy a la playa de La Concha a bañarme o me siento en una terracita cerca del mar con una cerveza.
Vuelvo a estar indignada como hace ocho años y no entiendo –o será que sí lo entiendo demasiado bien- por qué la sociedad que levantamos la voz y el puño durante el movimiento 15M está callada, mirando hacia otro lado mayormente.
¡Es que es verano y encima Agosto!
La vergüenza no mira las fechas en el calendario para despertarse y hacerse notar; la vergüenza debería estar picándonos como mosquitos furibundos, desesperándonos como un herpes recidivante, quitándonos el sueño, la calma, el aire para respirar.
Pero, no. La vergüenza pasa de largo porque la hemos domesticado para que no moleste en las horas cómodas de la siesta. Los políticos de vacaciones aunque publiquen fotos yendo o viniendo de inciertas reuniones. “Dicen” que “se preocupan” para que no les tiremos huevos directamente. Pero los resultados no se ven.
No me hace falta ver las imágenes del “Open Arms” con su cubierta llena de seres humanos al borde del colapso nervioso, mental y emocional para tomar conciencia de lo que está ocurriendo. Y me pregunto por qué no se eleva un clamor generalizado contra esta ignominia y falta de humanidad.
Gracias, Javier Cercas por ponerlo en palabras. Gracias, Richard por acercarte con tu yate. Gracias, Bardem por dar la cara. Hacen falta muchos más.
Despertad, por favor.
LaAlquimista
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