Me abruma el ruido, me perturba el bullicio. Estar en agosto en mitad de las fiestas de mi ciudad es como el avance de la infantería en las películas de guerra: alguien va a pasarlo mal sin lugar a dudas. En vez del ruido de las bombas está el de los cohetes y la música ensordecedora de conciertos, bailes y atracciones que, personalmente, me ponen los nervios de punta. No es únicamente que “no se pueda avanzar” por una calle cualquiera, sino que hay que ir sorteando al personal. Nadie va por su derecha, el caos peatonal no está reglado (todavía), parece como si hubiera una epidemia de desorientación espacial. Los perros y los niños se ponen nerviosos también. La entropía buscando una salida.
Tengo muy claro que cuando alguien quiere o necesita algo, en su mano está propiciarlo o tomarse el trabajo preciso para conseguirlo. Así que me aplico mi propia filosofía y cierro puertas y ventanas –físicas y virtuales- y voy a regalarme “una semana en silencio”.
Pretendo que sea lo más literal posible, asemejándolo a un retiro más o menos espiritual, en el que se practica la meditación, se busca el nivel máximo de recogimiento y se retira la voz y la palabra del juego cotidiano de la vida.
En otros tiempos y otras circunstancias he gustado de alojarme en un monasterio y seguir la regla de San Benito durante unos días; o participar en un retiro Zen guiado por un maestro/facilitador con personas en busca de su silencio interior.
Pero ahora mi momento es el que es y no quiero rebelarme contra ello: mi perrillo me marca el camino y sé que no debo separarme de él, así que como tengo limones, haré limonada.
La soledad física arropada en el silencio total es una experiencia que desconozco. Silencio y aislamiento de lo humano y social. Compraré los víveres mínimos para siete días, a mano tendré los libros y los lienzos que me impedirán distraer mi mente de lo que pretendo llevar a cabo y poco más, excepto no hablar con nadie. Ni teléfono, ni redes sociales, ni tú a tú porque únicamente voy a estar yo.
Despertarme con el sol, saludarle como se merece; sentir el mar al amanecer, disolver alguna pena en el salitre y seguir soñando estrellas antes de dormir.
Nada me impide hacerlo: ni familia, ni obligaciones. Diríase que soy un ser humano libre y estas van a ser mis vacaciones de este año.
Vamos a probar lo que el espíritu me está demandando.
Ya contaré cuando regrese de mi retiro de silencio.
Felices los felices.
**Los libros que me acompañarán:
“Biografía del silencio” (Pablo D’Ors)
“El poder del ahora” (Eckhart Tolle)
“Confianza en uno mismo” (Ralph Waldo Emerson)
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar: (A partir de la semana que viene)
apartirdeloscincuenta@gmail.com