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Cecilia Casado

A partir de los 50

Tener hoy noventa años

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Estaba sentada en el único banco a la sombra del parque, con un perrillo pequeño en sus faldas y la sonrisa florecida a pesar del otoño. Me acerqué empujando el carrito donde llevo a Elur y antes de pedirle permiso para sentarme a su lado ya hizo ella el ademán de ofrecerse a compartir.

Enseguida comenzamos a hablar. Primero de la edad y circunstancias de nuestras mascotas; después del espléndido regalo que es un domingo soleado en un parque silencioso. Y terminamos como siempre me sucede en estos encuentros: contándonos la vida.

Yo la veía guapa, muy guapa, de esas que tuvieron y retuvieron: buen porte, piel brillante, mirada clara. Un bastón con mango lujoso en el que apoyarse y, enseguida, como esperando la oportunidad de salir de su boca y alejarse de su corazón, la temida palabra: soledad.

Me dijo que nunca se había casado, que vivió feliz con una hermana que la dejó hace unos meses y que, desde entonces, la vida le parecía más triste, menos luminosa. Que ya no tenía con quién hablar excepto la mujer que venía dos horas al día a su casa. Y el perrillo, claro está, su consuelo, su compañero cariñoso y juguetón. “¿Qué haré yo sin mi perro?” – empatizó cuando le conté que mi Elur está ya en la recta final.

-”¿Y las amigas…?” –“Se han ido marchando, sólo quedo yo”

Entonces fue cuando me di cuenta de que había calculado erróneamente la edad de esta mujer. Hubiera puesto la mano en el fuego que no tenía más de ochenta…si es que ya los había cumplido.

Entonces me di cuenta –otra vez- de que funciono con estereotipos ya que tenía en la mano un Smartphone de última generación donde buscó y encontró rápidamente el álbum de fotos de su hermana, de su perro, de sus sobrinos nietos. Me pidió mi número y me añadió al whatsapp, me contó que Internet le hacía mucha compañía, que pasaba horas leyendo la prensa y otras cosas, que era una distracción para su soledad.

Me dijo que leería mi blog y por eso deduje que “no podía ser demasiado mayor”.

Ella misma me lo dijo: “Ya, a mi edad, qué puedo hacer si ni siquiera voy a encontrar el amor” y yo hablándole de esperanzas, de casualidades y causalidades hasta que me miró con su bonita sonrisa y me dijo: “Pero… ¡si voy a cumplir los noventa dentro de unos días!”

a-partir-de-los-50Madre mía, madre mía… y yo banalizando el peso de los años y hablando de ilusiones y sueños.

No pongo tu nombre ni el de tu perrita para que no te identifiquen tus sobrinos (si es que llegasen a leer este post) porque te intuí discreta y mucho más comedida que yo. Pero desde aquí te digo I. que fue un placer conocerte, que me despedí de ti con el corazón contento y que he pensado en ti y en cómo me (de)mostraste que la paz interior, la felicidad sencilla se puede mantener hasta los noventa años (como mínimo) a pesar de esos malos vientos de soledad que a veces hacen temblar la estructura de nuestras emociones.

Pensé, sentí, que yo también podría llegar a esos noventa años y estar tranquilamente con un perrillo (otro Elur) sentada en un banco a la sombra un domingo por la mañana con la consciencia del privilegio que supone…la vida.

Felices los felices.

LaAlquimista

https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

*Fotografía obtenida de Internet

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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