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Cecilia Casado

A partir de los 50

Gestionar el duelo

 

Vaya por delante que este post está escrito desde la más pura y elemental percepción personal y que no pretende en absoluto establecer criterios, bases o parámetros que puedan servir como generalización a seguir o tener en cuenta.

Mi madre ha fallecido en plena vorágine navideña zarandeando a toda la familia en lo emocional y en el equilibrio cotidiano. No por lo anunciado, su deceso ha dejado de rompernos por dentro y por fuera; la muerte de la madre es el fin de un ciclo importantísimo para la mujer porque existen “hilos invisibles” que nos unen, que nos guían, que nos condicionan.

Somos una familia de mujeres; mi padre siempre anheló un hijo varón pero no pudo ver cumplido su deseo. A cambio tuvo cuatro hijas y siete nietos (de los que cinco son también hembras.) Yo tengo dos hijas y una nieta así que la rama femenina se sigue extendiendo –y ojalá que siga dando muchos frutos.

Pero ya no tengo madre y como mi padre falleció –también en plenas navidades de hace muchos años, qué casualidad- podríamos decir que técnicamente soy huérfana. Casi nada.

Se volaron los referentes, los puntos de apoyo, el cobijo y ese calor sin etiquetas que hemos sentido (casi todos) los hijos alguna vez. Se acaba un ciclo y empieza otro lleno de incógnitas y muchas presumibles sombras. O luces para ver desde otra perspectiva; todo van a ser nuevas posibilidades.

Gestionar el duelo por la muerte de un ser querido es algo absolutamente íntimo y personal. No me valen normas, directrices ni esquemas marcados por los profesionales del ramo (curas, terapeutas, vendedores de humo). Ni siquiera el cariño bienintencionado de los amigos porque cada uno lleva a cuestas su propia experiencia; una niñez incomparable, un desarrollo educacional con mimbres únicos, el baile de unos corazones que se han movido con ritmos muchas veces improvisados o inventados.

Gestionar el duelo es lo que me toca hacer en este momento y reconozco –para mi tranquilidad- que me he vuelto de reacciones lentas en cuanto a lo emocional. La amígdala que me protege, la de la supervivencia, solo me funciona cuando siento miedo y no es el caso.

Me va a costar entrar en casa de mi madre y profanar –habrá que hacer limpieza, no queda otra- su intimidad abriendo cajones y armarios. Me va a costar muchísimo sentir su energía flotando en el ambiente; ni soñar de sentarme en su silla presidiendo la mesa o acomodarme en su sillón de echar la siesta.

Cada quien siente la pérdida a su manera y todas las formas de gestionar el duelo deberían ser respetables. Habrá quienes disimulen la quemazón de la herida detrás de una actividad febril de “hacer cosas”; otros habrá –entre los que me incluyo- que preferimos tomar cierta distancia, dejarnos sentir y que el silencio envuelva las emociones, como una brisa más que un viento, como un suave sol de invierno, como un paseo tranquilo en vez de una caminata agotadora.

Me retiro a mis aposentos durante unos cuantos días, los que vaya necesitando sobre la marcha. Voy a cambiar de aires y pasear por donde no tenga que pararme con conocidos a charlar sobre la dichosa “ley de vida”; un respiro en toda regla sin ordenador y con el móvil en modo avión.

La mejor manera de afrontar un reto importante es ir preparándolo poquito a poco, al igual que nadie corre una maratón sin entrenarse. Así que voy a “calentar” para la que se avecina y estar lúcida y tranquila ante las decisiones que haya que tomar.

Felices los felices.

LaAlquimista

https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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