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Cecilia Casado

A partir de los 50

Ventajas de ser una bruja

Las mujeres sabemos la fórmula por la que una rana se convierte en príncipe y un príncipe en sapo; mucho se ha hablado también de la mágica mutación de una sirena en bella doncella e incluso hubo quien contó el cuento del cisne que se transformó en princesa, procesos todos ellos patrocinados por el ministerio del amor. Pero el amor es un tahúr que hace trampas en nuestras narices y subvierte el proceso cuando se aburre de los finales felices color rosa chicle.

Ahora explicaré cómo una mujer puede convertirse en una bruja, pero que no se me enfade nadie, tan sólo que deje volar la imaginación y piense si, en el fondo, no podría ser posible, si no ha ocurrido alguna vez en alguien conocido o en nosotras mismas…

Cuando el amor se encoge, los ojos que miran se tornan lupas, escrutadores jueces inmisericordes, verdugos implacables, no hay sortilegio que detenga el proceso de deterioro, ni contrahechizo que valga. Allá donde antes florecía una graciosa peca ahora queda una vulgar verruga, la frondosa cabellera recuerda al mocho de fregar, los ojos vivaces tornan en carbones apagados, el olor fragante de la piel se transforma en sudores imposibles, las largas uñas en curvas garras, la varita mágica en basta garrota; los besos son mordiscos, las caricias arañazos, el perfume efluvio de cloaca, las palabras alaridos y el pedestal donde nos subieron es ahora un contenedor de basura.

Pues bien, si eso ocurre, si por desgracia ya no somos lo que nos soñaron o hemos dejado de soñar nosotras mismas, si ya no quedan príncipes ni princesas y las historias inventadas mutan en tramas de pesadilla, si el colchón compartido es el tálamo de un faquir y los roces imprevistos calambrazos amargos, cuando eso ocurra –si es que ocurriera u ocurriese- hay solución: nos subimos en la escoba y… ¡A volar!

Todas las mujeres tenemos escondida y bien guardada una Nimbus 2000 como garantía y aval de que vamos a poder “emprender el vuelo” si las circunstancias se vuelven tormentosas y nos atormentan. No es una redundancia, suele ocurrir que las cosas tienen su sentido y su razón.

Este cuento –más o menos divertido, más o menos cuento- viene a colación de que se sigue utilizando este peculiar epíteto para designar y/o descalificar a una mujer a la que se le echa en cara que haya perdido sus cualidades femeninas.

La sociedad (hombres y mujeres) señala con el dedo a sus propias  “brujas” por no doblegarse a los cánones de belleza de la época, por ser intuitivas y “verlas venir” y, sobre todo, por hechizar presuntamente a otros seres humanos –casi siempre del género masculino- para doblegar su voluntad y engañarlos vilmente.

En realidad, estas características o “habilidades” son susceptibles de darles la vuelta y que se conviertan en cartas en la manga. Cuestión de darse cuenta y ponerse a favor del viento…para volar con las alas propias…o la escoba, tanto da con tal de volar.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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