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Cecilia Casado

A partir de los 50

Adaptarse a las circunstancias

Mira qué buena oportunidad estamos teniendo quienes le damos importancia a saber vivir el momento presente con consciencia; fíjate tú qué ocasión de oro para llevar a la práctica todas las teorías sobre resiliencia, adaptación y conformidad con lo que no puede ser cambiado que hemos leído durante lustros en esos libros tan bonitos que propician el crecimiento interior.

Ahí y aquí nos duele en estos momentos de aflicción globalizada. Dejarse dominar por el miedo, la neurosis colectiva y exagerar en la imaginación el alarmismo común no va a frenar la extensión del virus: la lógica se impone para seguir a rajatabla las indicaciones sanitarias y de solidaridad preceptivas.

Tengo la mente clara porque todo esto me está pillando a miles de kilómetros de distancia del ojo del huracán; llevo dos semanas en México con mi familia disfrutando de una convivencia prevista con mucha anterioridad y todavía seguiremos en este país durante otras dos semanas más. Así que mi visión no está concentrada ni limitada sino con una perspectiva exenta de angustia alguna. Imaginamos que podremos volver a nuestro país en la fecha prevista, pero si así no fuera, sabemos que podemos retrasar la vuelta el tiempo que sea necesario. Nos adaptaremos.

No obstante, no dejo de preocuparme por la gente amiga y querida que está viviendo una situación angustiosa. Digamos que “casi” me siento culpable por no estar allí, por haberme librado (cruza los dedos) de los efectos directos y colaterales de la situación de alarma social y real que está viviendo Europa por la infección virulenta venida de China.

Adaptarse a las circunstancias para sobrevivir es la ley ancestral por la que se rige la famosa amígdala reptiliana; sin ella, el hombre primitivo habría sucumbido definitivamente a glaciaciones, desastres naturales y estampidas de mamuts.

Hemos sobrevivido a catástrofes provocadas (guerras), se ha conseguido pasar por encima de toda la miseria humana, la violencia, la insolidaridad y lo peor de lo peor que anida en los recovecos del alma y que toma carta de naturaleza cuando de adaptarse a las circunstancias (negativas) se trata.

Ya me quejé hace un mes de que la gente se hubiera abalanzado sobre las mascarillas de papel y los geles de manos: les ruego a los que lo hicieron denotando falta de solidaridad con los auténticos enfermos que SÍ las necesitaban, que se las pongan en el confinamiento de sus casas…o que se las coman. También me gustaría que se limpiaran con los litros de gel lo que no pueden limpiarse con ese papel higiénico que parece que es oro molido para los acaparadores. Vergüenza ajena siento. ¿Porque no me toca a mí…? ¿Porque me he librado por los pelos de una situación anómala que no me afecta y me es muy fácil opinar desde la distancia en la que vivimos ahora mismo?

Adaptarse a las circunstancias también significa esto y es una experiencia que hay que vivir de la manera en que te haya tocado vivirla. Siento pena por todas mis personas queridas que lo están pasando mal y no pueden hacer nada por evitarlo. Quiero llamarles, hablar con ellas, darles ánimos, pero –casi todas- están “desaparecidas en combate”, como si hablar por teléfono fuera un medio de contagio del dichoso virus. ¿Están tan asustadas realmente? ¿Es esto una guerra apocalíptica en la que vamos a morir todos?

Esta experiencia debe hacernos crecer como humanos, reflexionar sobre la categoría moral y la solidaridad que seamos capaces de desarrollar; esta experiencia –cuando termine con el saldo previsto de muertes adelantadas- dejará un poso amargo a todos aquellos que hayan practicado “la ley de la selva” y la peor todavía de “el que venga atrás, que arrée”.

El Universo ni tiene desmemoria ni lleva a la práctica tipo alguno de perdón; todo queda escrito, guardado en algún sitio y pasará su factura moral. Estoy segura.

Desde México con amor y mucho ánimo para todos.

Felices los felices, malgré tout.

LaAlquimista

https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


marzo 2020
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