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Cecilia Casado

A partir de los 50

Atrapada en el extranjero

Cuando compramos los billetes para viajar a México para una reunión familiar, después de año y medio de no ver a mi hija mayor y a mi nieta, mi hija pequeña y yo no sospechábamos que nuestro gozo caería en un pozo. Concretamente en un pozo que más parece una fosa séptica según van pasando los días y vemos que las opciones para regresar –ella a Alemania y yo a España- van tornándose de color panza de burro. Pero vamos por partes.

La alarma social que provoca una pandemia va en proporción directa a cómo la interprete el gobierno y los medios de comunicación. Muchas veces, son las redes sociales las que destapan peligros al margen del silencio ominoso de los gobernantes. Es el caso de este México lindo y querido donde su presidente minimiza el peligro enseñando (sic) un “detente” –que es como una estampita- y diciendo a sus casi ciento treinta millones de gobernados que “aquí no pasa nada grave y estamos preparados para cualquier contingencia y vamos a salir adelante porque lo valemos y podemos”. Algo así. Da miedo verle hablar: balbuceante, inseguro, un anciano que parece que no ha tomado su medicación a tiempo.

Mi familia y yo llevamos encerrados voluntariamente desde principios de semana. No salimos a la calle en absoluto. La idea es protegerse y proteger pero, a pesar de estar con mis niñas, yo quiero volver a casa.

Quiero volver a mi txoko aunque allí todo esté peor que fatal; necesito sentir que estoy en mis raíces, confinada en mi piso y en completa soledad. ¿Por qué no me quedo aquí, con los míos, si las circunstancias me lo ponen en bandeja? ¿Qué difícil y extraña decisión tengo que tomar cuando podría dejar que las cosas fluyeran y esperar a verlas venir?

Esa es exactamente la idea que tenía hace una semana, antes de que amenazara Europa con cerrar sus fronteras y España con bloquear el espacio aéreo. Entonces tomé conciencia de la eventual dimensión del problema. ¿Semanas o quizás meses con mi familia en México, en un encierro forzoso, en una situación límite que nos desgastaría a todos física, psíquica y emocionalmente? Definitivamente, no. Yo me vuelvo a casa y que sea lo que Dios quiera.

Entonces hablé con mi compañía aérea (Aeroméxico) y pregunté sobre la posibilidad de adelantar el vuelo de retorno a España previsto para el día 30 de Marzo. La respuesta fue rápida y clara: “usted compró sus boletos a través de un servidos de viajes; póngase en contacto con ellos”. Así lo hice y eDreams me indicó –a través de su asistente virtual- que no tengo derecho a cambios ni reembolsos y que lo que me aconsejan es que compre un nuevo billete para un vuelo anterior.

Como el Sr. Sánchez –el nuestro- nos anima a regresar urgentemente a los españoles en el extranjero, una, en su ingenuidad de jubilada, se cree que va a haber alguna ayuda, una mano tendida para favorecer el regreso al ojo del huracán, que nos dice que volvamos, que volvamos, pero no nos puntualiza que es pagando dobles billetes de nuestro bolsillo. Así que escribo a la Embajada de España en México y me contestan raudos y veloces que reenvían mi email al Consulado de España en Mérida (Yucatán), desde donde, también con sorprendente rapidez me animan a regresar a España lo antes posible en previsión del cierre del espacio aéreo. Me asesoran de cuáles son las aerolíneas que todavía operan vuelos con el país y me desean mucha suerte. Gracias por nada y por tratarme como si fuera imbécil.

Me meto en la página de Iberia y encuentro varios vuelos diarios para regresar a mi país (Mérida/Ciudad de México/Madrid/Bilbao), el periplo extenuante que hice en sentido contrario a principios de mes, pero…¡albricias! ¡Qué sorpresa inesperada! EL PRECIO DEL BILLETE DE VUELTA ES EXACTAMENTE EL 700% MÁS CARO QUE LO QUE PAGUÉ POR EL BILLETE DE IDA!

Haciendo la cuenta de la vieja –que la hago rápido cuando tengo que tirar de tarjeta de crédito- me recorre un escalofrío paralizador al darme cuenta de que voy a pagar “lo que no está escrito” para poder regresar ¿?¿? y cruza los dedos, a mi casa.

Gracias Sr. Sánchez por ayudar a los españoles en el extranjero a regresar a casa con esas ayudas que ha cacareado que va a destinar a las empresas en esta crisis. Estoy segura de que la compañía IBERIA se lo va a agradecer. Y para que quede claro: el precio del billete de vuelta, un único tramo de viaje, UNA persona con una maleta facturada, en clase turista, lo venden al obsceno precio de 1.719,09€. Me enseñaron en casa que es “muy feo hablar de dinero”, pero creo que en este caso está justificado.

Doy gracias por haber podido pagarlo; sé que soy privilegiada por poder tirar de una tarjeta VISA que soporta ese peso cuando es necesario soportarlo. Pero también soy muy consciente de que la solidaridad del ser humano a nivel individual vale mucho más que la hipocresía del blablablá de las corporaciones, gobiernos y estamentos protegidos tras su estatus.

¿Y los que están atrapados en un hotel en un país donde las fronteras se han cerrado? ¿Cómo se autofinancian si su estancia ha terminado y su vuelo ha sido anulado? ¿Les mandará el Gobierno una transferencia al hotel para cubrir los gastos o un avión del ejército para traerlos de vuelta a casa cuando ya todo esté a punto de reventar?

Atrapados en países donde la sanidad es lo que es y no van a ayudar a los extranjeros que enfermen –excepto que tiren de tarjeta de crédito-, pero es que si se pudiera harían lo mismo que he hecho yo: ponerme en modo zen y respirar hondo y gastar el dinero que no me sobra en volver a un país donde tengo todas las papeletas para contagiarme, enfermar y morir. Eso sí, en la cama, como aquel otro.

Muchas decisiones difíciles he tenido que tomar en la vida y esta es una de ellas. Si el coronavirus me pilla en México, en casa de mi hija mayor, con una niñita de cuatro años, no puedo permitirme contagiarla. Además, no hay infraestructura sanitaria que me acoja como no sea privada y para ricos. Sé, pues, dónde está mi sitio y lo que debo hacer para protegerme y proteger a los míos: marcharme lo antes posible. Tengo buena salud y creo que podré resistir lo que me caiga (como decimos con la boca pequeña muchos de los que ya pasamos de los sesenta).

Desde luego, este es “el viaje del año”, vaya que sí. (Por cierto, “conejito viajero” está conmigo y no tiene fiebre ni tos).

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Mérida, 19 de Marzo de 2019

 

 

 

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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