Hablar de lo que está ocurriendo es más de lo mismo, desgraciadamente. Desgranar estadísticas o contar infectados es la tristeza cotidiana a la que queremos sustraernos…siempre y cuando no tengamos en nuestro entorno a alguien que ha enfermado o por cuya salud tememos. Es decir: por un lado están los que se van librando de momento y por el otro los que han sucumbido al virus en mayor o menor grado.
Yo quiero para los demás lo mismo que deseo para mí: salud, buena suerte y “que no nos toque”. A partir de ahí, todo tiene que ser un esfuerzo individual a favor del bien colectivo. Esto lo tengo muy, pero que muy claro: yo te protejo mientras me protejo, y al revés. Es un quid pro quo que funciona con precisión matemática cuando hablamos de la cadena de contagio vírico.
Visto así… ¿Por qué hay quien no se queda en casa…debiendo hacerlo? He leído por ahí que en algunos lugares se está extendiendo una tristemente mal llamada “Gestapo de balcones”; esos “justicieros de pacotilla” que increpan, gritan, graban con el móvil e incluso amenazan a quienes ven transitando por la calle. Presupondrá esta gente –qué malo es hacer suposiciones- que son insolidarios o que se pasan el confinamiento por el forro sin pararse a pensar que quizás estén en la calle porque existe una razón más que justificada para ello. ¡Qué fácilmente juzgamos y condenamos desde nuestra rabia interior!
Por eso a mí me gusta preguntar antes de soltar andanadas. Y eso es lo que hago y las respuestas pueden ser desabridas, descerebradas, egoístas o simplemente inconscientes. La pregunta es: “¿Cómo es que sigues saliendo a la calle?”
-“Yo salgo a la calle a comprar el pan porque en casa sin pan no saben comer”.
-“Yo voy todos los días a comprar el periódico y así tomo el aire un ratito”.
– “Yo hago la compra de a poquitos para poder darme un respiro de tanto confinamiento”.
-“Con la excusa del perro salgo cuatro veces al día y doy un paseo”.
–“Yo no estoy enfermo y no voy a contagiar a nadie” (Esta respuesta es la más espeluznante)
–“A mí no me dice ni dios lo que tengo que hacer o dejar de hacer”. (Esta también me ha chirriado un montón)
No sigo porque no quiero seguir y porque me doy cuenta de que, al leerme, algunas personas pueden darse por aludidas y enfadarse conmigo… en vez de consigo mismas. Aunque, en realidad, tanto me da. Ya somos mayorcitos.
Todos somos reflexivos si queremos serlo y cuando decidimos serlo y es por eso que esa “manga ancha” que ahora se está autoaplicando tanta gente se justifica o se espanta como quien se quita de en medio a una mosca molesta.
Cuesta entender, vaya que si cuesta entender, que la única manera de frenar la expansión del virus sea quedarse en casa, trastocarse la vida, ponerse en manos de un fatum o destino que no podemos controlar –o de lo que mande el gobierno, que eso es más difícil todavía…
La pandemia me ha pillado en una mala edad. Y digo mala porque ya me da lo mismo decir las cosas como las siento y que a los demás les guste o les disguste. Sé que esta situación me va a dislocar algunas relaciones, qué le vamos a hacer.
Y, mientras están al pie del cañón quienes cumplen obligaciones morales, realizan trabajos por la comunidad y, lo más importante, SALVAN VIDAS; para ellos vaya mi aplauso a todas horas y mi agradecido reconocimiento.
A los demás les digo: “¡Que os quedéis en casa, coño!” Y, aunque esté cabreada… Felices los felices.
LaAlquimista
Sigue el blog a través de la página de Facebook:
https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com