Agradezco desde estas líneas el interés demostrado por algunos amigos y allegados haciéndome llegar una información sobre la panacea que me ayudará a sobrellevar con éxito el más que seguro contagio por coronavirus –aunque sea asintomático. De verdad que valoro la buena intención y el cariño, amén de la preocupación por mi persona insistiéndome y aportando como demostración y pruebas irrefutables los beneficios de cierta sustancia química que, si no cura todos los males, está muy cerca de conseguirlo.

Rebobino.

Quiero quitarle a mi escrito cualquier deje sarcástico o mordaz; mucho menos deseo que nadie imagine que me burlo o que no tomo en consideración las buenas intenciones de algunas personas. Que quede claro como la luz del sol en un día de verano.

Pero, -ahora viene el “pero”- siempre he tenido muy claro que “lo que es bueno para unos no siempre es bueno para los demás”, entendiendo que en este caso yo formo parte de “los demás”. Es muy sencillo de explicar y más fácil aún de entender.

Llegué a poner el siguiente ejemplo a quien esgrimía sesudos, científicos y variopintos argumentos para convencerme: si tú crees en un Dios y yo no creo en ninguno, déjame que me salve yo sola y a mi cuenta; no intentes convencerme de tus creencias de la misma manera que yo no haré el esfuerzo de arrastrarte a las mías.

Respeto. Sencillez. No hay mucho más que hablar.

Me quieren convencer de que “hay una gran mentira” que nos sobrevuela a todos. Con lo del coronavirus en particular y con los intereses capitalistas en general. Puede ser, no soy experta como ellos.

En estos tiempos de crujir de dientes no sé yo si es buena idea que nos ataquen los “salvadores” por whatsapp –ya que no pueden hacerlo por la calle como algunos que venden el fin del mundo adornado con cánticos seráficos. Me parece poco productivo intentar “convencer a los demás” de que están (estamos) equivocados ya que la razón es dueña y señora de nuestra mente o nuestro corazón.

No más salvadores, por favor. Bastante tenemos ya con los verdugos que pululan por doquier deseando convertirnos en víctimas. Creo honestamente que sería mejor si cada uno se limitara a cumplir con su obligación moral en estos tiempos oscuros, sea cual sea. Los unos, colaborando activamente en el bien común; los otros, estando agradecidos y callados en nuestras casas, que es todo lo que se nos pide. No es tan difícil de entender por más que muchos hayan puesto una barrera mental al confinamiento.

En mi caso, hago lo mejor que puedo, que es quedarme en casa sin asomar la nariz fuera de mis cuatro paredes. Ya me salvaré yo sola. Si es que me dejan.

Felices los felices.

LaAlquimista

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