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Cecilia Casado

A partir de los 50

Manías tontas y rigideces absurdas

No dejo de aprender, no pasa un día sin que tenga que darme una colleja por algún renuncio en el que me pillo casi sin querer. Y es que, lo constato, doy fe, pongo la mano en el fuego, estamos repodridos de manías y rigideces de patente propia sin las cuales pensamos que se derrumbaría nuestro edificio vital.

Lo he comprobado estos últimos días de convivencia con mi querida hermana (la que sabe de libros) y su marido (el que sabe de política). Habíamos decidido compartir unos días relajados en “mi otro mar” –que, obviamente adquiere carácter de “nuestro otro mar” cuando viene ella- ya que vivimos en comunidades lejanas y es el momento emocional de aprovechar estas oportunidades.

Se trataba de compartir planes, de coincidir en gustos y apartar a manotazos los disgustos. Ambas somos andarinas, nos gusta el agua fría (la del mar), el tiempo demorado con un libro en las manos y las comiditas ricas. Hasta ahí, todo perfecto.

Un par de días hizo lluvia y nos lanzamos a caminar por la vía muerta del Euromed paraguas en ristre o a recorrer las playas de arena compacta y algas reverdecidas. Disfrutamos de un café demorado en el (único) chiringuito desierto mirando las olas en profundo silencio interno y luego nos volvimos a casa a reconfortarnos con sendas duchas calentitas. El resto del tiempo compartido fue excelente tirando a perfecto: temperatura de 24º, sol acariciador, brisilla fresca por la mañana y dulce por la noche. La naturaleza nos ha acogido para que nos pudiéramos escuchar mutuamente después de tantos años.

Pero tuve que tomar conciencia de que “no pasa nada” por dejar la persiana del salón medio levantada en vez de completamente bajada por las noches; de que tampoco pasa nada por tender la ropa pillada con las pinzas o derrumbada sobre el tenderete. Que la basura se baja todos los días…o no se baja, que a veces hay que poner la tele para ver el telediario o que los plátanos no están diseñados para vivir en el frigorífico más de dos días. Que a fuerza de vivir sola he ido construyendo mi pequeño mundo doméstico apuntalándolo en costumbres que se han convertido en manías y que la flexibilidad de la que hago gala se ha ido cuarteando y volviéndose rigidez en algunos extremos.

Que la convivencia no es que sea una oportunidad para “ceder o consensuar”, sino que es un campo abierto de autocrítica para darnos cuenta de cuántas tonterías hacemos en nuestra vida cotidiana como si tuvieran algún valor. Y que no lo tiene, de verdad que no vale para nada. Que “el otro” no está equivocado porque se acueste demasiado pronto o se levante demasiado tarde, que los demás no son “raritos” porque coman la fruta de aperitivo o tomen el café antes de ir a dormir.

Que nosotros también somos “el otro para el otro” y ya va siendo hora de que aflojemos de una vez por todas esas manías tontas y esas rigideces absurdas detrás de las que nos parapetamos para “defender” un territorio que ya no figura en ningún mapa que se precie.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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