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Cecilia Casado

A partir de los 50

Últimamente no escribo cosas bonitas

 

No sé qué me pasa que llevo una temporada en que me salen las palabras como con telarañas añadidas, sacudiéndose el moho de tardes tristes, digo yo que será por el miedo a todo en general además de por la incertidumbre, no ya del futuro, sino de pasado mañana, que se cuelan en el ánimo como la niebla por una ventana mal cerrada.

Cuando era joven al completo (de edad y mentalidad) daba lo mismo que cayeran chuzos de punta, que no había meteorología capaz de frustrar mis pasos, ya que las emociones no tenían que guarecerse bajo un paraguas sino que salían a disfrutar de la lluvia si lluvia había o se envolvía en lanas el frío y seguíamos con la vida aunque nos salieran sabañones.  Ahora ya no. Ahora no apetece salir de casa si hace demasiado  viento o demasiado frío;  cuesta el esfuerzo de compensar la grisura con una suite de Bach y una taza de chocolate caliente.

Ayer mismo, sin ir más lejos, me armé de valor, -y de gabardina y paraguas grande-, y me obligué a salir a la calle. “Iré hasta el mar a ver las olas” –me dije. Y también pensé que el aire fresco me lavaría la murria incipiente y me levantaría la moral, aunque no fuera más que por la satisfacción de haber luchado contra el enemigo sibilino que se va adueñando del espíritu.

Pero no fue posible llevar a cabo la hazaña ideada: todo fue alejarme de los soportales de mi casa, salir al espacio arbolado del primer parque, recibir en plena cara el azote del viento y de la lluvia, para hacerme sentir como un soldado abandonado a campo abierto entre dos fuegos. Así que, cobardemente, emprendí la huida hacia la trinchera más cercana: mi casa.

Y es por eso que no escribo nada bonito últimamente, porque he dejado que mis pensamientos se centren excesivamente en lo que se me escapa por las rendijas. Se lleva el viento las voces de mis hijas y mis nietos, tan lejanos y anhelados. Siento que el no verlos y abrazarlos me agarrota los músculos del alma. Miro el calendario en sus fechas marcadas. Unos billetes de avión reposan sobre la mesa de las cosas bonitas, pero aún faltan algunas lluvias para el abrazo deseado.

Tengo menos tiempo en la vida ya y sin embargo quiero meterle prisa, que corra alocadamente para que llegue el momento que yo deseo…y no puede ser. Es absurdo sentirme sola o triste o con frío a estas alturas, cuando ya tengo hechos “los deberes” y me sé de memoria la lección que ideé para mí misma, el sonsonete que he repetido tanto tiempo de: da gracias por todo lo que tienes en vez de condolerte por lo que crees que te falta”.

Mis amigos no saben qué decirme; me ofrecen su compañía o lo que pueden en cada momento, sea mucho o poco. Ellos también tienen sus cuitas, muchas veces más reales que las mías que, a fin de cuentas, no son más que accesos de nostalgias o pequeños deseos de sentirme abrazada en una tarde –otra más- lluviosa, fría y gris de primavera.

Será por eso que últimamente no me sale escribir cosas bonitas… aunque esto también pasará. Estoy segura.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2022
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