Leyendo la magnífica novela “Las leyes de la ascensión” de Céline Curiol compruebo cómo quedan al descubierto los entresijos de la prensa on-line y lo que sostiene sus contenidos en la web. Aunque es de todos conocido que el soporte real –las vigas que aguantan el edificio- está en los anunciantes quienes, para pagar por ser publicitados, exigen la garantía de que allá donde incluyan su producto, vaya a haber muchísimos “clics”. Es decir, que los lectores le den frenéticamente al botón del ratón informático o al “me gusta” del Smartphone para dejar su huella. Yo he pasado por aquí, esto me ha interesado –aunque sea cinco segundos mal contados- y dejo constancia de que el contenido vale la pena. O no. O puede que sí, cualquiera sabe.
El caso es que el blog que escribo podría sobrevivir o no en función de cuántos clics consiga obtener en el “contador” de la web del soporte digital en el que se publica. No me quita el sueño porque lo que yo busco no es rentabilizar mi inversión –de tiempo y estrujamiento de meninges- sino disponer de una válvula de escape para mis “humaredas mentales” y con muchos o pocos lectores el efecto siempre es positivo.
Pero pienso en ese juez inclemente que es el Google Analytics –u otros rastreadores similares- que no valora el fondo ni los contenidos sino la forma en que estos se ofrecen o se venden para que el periodista/colaborador/becario (o quien sea que escribe algo) se gane el derecho a que le paguen los garbanzos a fin de mes.
De ahí los analistas comunes y los sociólogos más especializados echan sus cuentas. Después de confrontarlas con los algoritmos introducidos en el sistema, pasan el informe a Dirección que sopesa pros y contras y dicta sentencias. Y como tengas menos clics de los que manda el algoritmo, estás frito.
Así las cosas no hay más que seguir fielmente aquella viejísima ley de la oferta y la demanda, ya que los contenidos que ahora mismo están en el candelero son los de toda la vida. El morbo de la muerte, de la violencia y de cuanto hay de miserable en el alma humana. A partir de ahí, se abre la veda a todas las variantes de la estulticia.
Menos mal que mis garbanzos me los envían cada mes el día 25 desde esas arcas difusas y confusas que vienen del ministerio correspondiente. Y que no falten para que yo pueda seguir cosechando clics…
Felices los felices.
LaAlquimista
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