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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reflexiones a la sombra: “Hacer nada”

Se acaba el mes de Agosto y para muchos, las vacaciones. Quedan apenas tres días para terminar de cumplir los planes elaborados con tanta ansia antes de volver a la rutina que mata; que no mata en absoluto, pero que nos hemos convencido de que sí, de que es lo peor de lo peor hablando de formas de vida vulgares tirando a infames.

Ayer mismo me llamó una amiga para decirme que habían adelantado la fecha de vuelta del tórrido recorrido por la costa mediterránea; que su santo marido necesita descansar en casa antes de reincorporarse al yugo laboral del día 1. Y yo le pregunté que por qué no habían empezado por ahí, por quedarse tan ricamente en casita viendo cómo se desgañitaban los demás. No sé qué me dijo que sonó a algo así como “no te enteras” y luego ya colgamos con los besos de siempre y la promesa de vernos “cualquier día de estos”.

Los italianos quisieron poner de moda una cosa llamada “dolce far niente” que todo el mundo sabe de qué va, pero que nadie se jacta de llevar a cabo porque parece que eres bobo si no aprovechas hasta el último suspiro (de agotamiento) los días de ocio pagados por la empresa que te tiene en nómina.

A mí también me ingresan todos los meses desde las arcas comunes la cosecha de lo que sembré en la era del erario público durante cuarenta y un años, que se dice pronto. Y teniendo en cuenta que todos mis días son víspera de fiesta, no me siento en absoluto en la obligación de “hacer vacaciones”, como no sea –que eso sí que lo necesito de vez en cuando- ausentarme de mí misma y de mis manías vitales.

Gracias a que siempre estoy a la sombra para que no se me reblandezcan los sesos, tengo a veces fogonazos de genialidad que no comprendo cómo no se le ha ocurrido a nadie patentarlos o meterlos en un libro de autoayuda.

Se trata, ni más ni menos, de dejarme llevar por los más primigenios instintos del animal que todos llevamos escondido en la faltriquera social. Nada que no lleven practicando los leones o los perros salvajes del Kalahari o los pingüinos del cono sur desde mucho antes de que les grabaran los del National Geographic.

Me despierto y tengo ganas de comer: pues como, sin más tarea que ir a “cazar” la comida al frigorífico o al colmado de la esquina. Después de comer, a reposar la digestión. Si me da sueño, pues duermo un rato más. Luego, ya satisfecha, oteo el horizonte para ver de dónde viene el aire. Si está frío me quedo cerca de una fuente de calor y hago tiempo hasta la siguiente hora de la comida mirando las musarañas. O leo un libro –gran ventaja sobre los animales no racionales-.

El ritual se repite un par de veces al día acabando para todos por igual: durmiendo el mayor número de horas del tirón al fondo de la caverna más acogedora.

El sol marca las pautas para todo ser vivo desde hace miles de años. En origen, así fue. Luego, ya se encargó el ser humano de establecer horarios de verano e invierno, inventar meridianos y paralelos, dibujar mapas y delinear fronteras, separar a los ricos de los pobres y a los guapos de los feos.

Mientras tanto, termina Agosto y yo hago nada. Que también tiene lo suyo, no vayáis a creer.

Felices los felices.

LaAlquimista

“Dolce far niente” (1880. John William Waterhouse)

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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