¿Quién no conoce esta comedia de Lope de Vega o por lo menos quién no sabe qué quiere decir: ‘eres como el perro del hortelano’?
Pongamos a una mujer (o a un hombre) que no se decide, que no da el paso comprometido, que juega al amor –ahora sí, ahora no-; que aprieta cuando el otro se aleja y afloja cuando se acerca; en definitiva, que vuelve loco a cualquiera. Porque hay relaciones que parecen una tortura malaya y son esas en las que alguien se comporta como el perro del hortelano, ‘que ni come ni deja comer’.
Véase a quien no le gusta salir de noche y se empeña en retener a la pareja en casa. O a quien ‘ya no tiene ganas de hacerlo’ y pretende que haya aceptación sin patalear. También está la persona que se apoltrona en el sofá de la relación y sólo levanta una ceja cuando escucha esa agonía de: “tenemos que hablar”. Entonces, cuando le ven las orejas al lobo, todo es rasgarse las vestiduras y mesarse los cabellos. Pero suele ser ya demasiado tarde.
Lo que el perro del hortelano no sabe –aunque sí lo sabía Lope de Vega- es que en el amor vence siempre el más aguerrido, el que más expone, el que no se queda parado sin hacer nada, defendiendo su plato de comida –porque es suyo, que lo dicen los papeles- , sin darse cuenta de que, al no comérsela él, hace ya mucho tiempo que se ha estropeado, porque lo que defiende ya no tiene valor alguno.
Y a buen entendedor pocas palabras bastan. Nunca es demasiado tarde para leer a Lope de Vega.
Felices los felices.
LaAlquimista
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