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Cecilia Casado

A partir de los 50

Rifirrafes en la consulta del médico

Tengo la grandísima suerte de tener buena salud; quiero decir que mis órganos y sistemas internos funcionan más o menos bien, sobre todo porque no les meto demasiada caña, así que entre la “suerte” y mi voluntad de cuidarme no visito el Ambulatorio de la Seguridad Social más que de Pascuas a Ramos.

Ahora escucho lo que me cuentan: que todo es un caos, que hace falta “salvoconducto” para traspasar las puertas de las consultas, que te dicen que les mandes fotos de las almorranas por whatsapp y que, ya si eso, se las pasarán al especialista para que te recete una pomada o algo peor.

Bromas aparte –pero ¿cómo enfocar este tema si no es desde el humor o la desesperación?-, leo noticias de facultativos agredidos físicamente –sí, agresión pura y dura- por pacientes que han llegado al culmen de la paciencia y han caído por el barranco del descontrol mental al enfrentarse a situaciones en las que el personal sanitario no puede más, no sabe más o –como algunos malician- no quiere más.

No voy a hablar de cómo está el sistema porque para qué meter el dedo en la llaga si lo voy a sacar lleno de humor purulento. Más prefiero reflexionar sobre qué nos ha llevado a formar dos ejércitos que se pelean todos los días en las consultas de ambulatorios y en los boxes de hospitales.  Pacientes vs Sanitarios, dos bandos enfrentados dispuestos los unos a luchar a muerte para conseguir que los otros les curen de sus males.

Si de por sí ya es muy estúpida la idea de ponerse a malas con quien te tiene que aliviar, curar o salvar de tus enfermedades, más surrealista me parece todavía mantener la pretensión de que nos atiendan en plan vip cuando sabemos perfectamente que en ese ambulatorio, en ese hospital, están manga por hombro,  la “cartelera” de turnos echando humo porque un porcentaje exagerado de la plantilla está de I.L.T. (Incapacidad Laboral Transitoria) y, para más inri, los sanitarios van y vienen, escapándose unos pero sin poder llegar los otros.

Me cuentan –aquí y allá- del anciano que pierde los papeles y se lía a bastonazos contra la puerta de la consulta porque lleva más de una hora esperando y ahí no aparece ni el apuntador. O de la paciente crónica a la que marean dándole citas a las ocho de la mañana o a las dos y cuarto de la tarde mientras que las horas “normales” se quedan en territorio de nadie.

O la vorágine insoportable de 8 a 9 de la mañana para hacer analíticas a cientos de personas, apretujadas, todas a la vez haciendo cola, amontonadas en los pasillos para que les extraigan sangre porque el horario es así y punto pelota. Que se puede estar en ayunas a las 10 de la mañana tranquilamente, sobre todo las personas ancianas que tienen otro ritmo más pausado.

No he visto jamás a un paciente agrediendo a un facultativo o insultándolo, pero si me tocara presenciar dicho espectáculo no sé qué haría: si intentaría calmar al desesperado o saldría por patas en dirección contraria. Sé perfectamente que la violencia siempre engendra  violencia porque lo he padecido en mis propias carnes, así que ya digo, pies para qué os quiero…

Al final, visto lo visto y como no se pongan las pilas los diferentes “ministerios sanitarios” van a tener que contratar una extensa plantilla de guardias de seguridad o porteros de discoteca para contener al personal que padezca ataques de ansiedad en las salas de espera de ambulatorios y hospitales.

Porque lo de poner una queja por escrito en “Atención al paciente” es marear la perdiz. ¡Cómo van a gestionar las reclamaciones los mismos que las producen!

Se pide paciencia; paciencia, buena educación y resignación cristiana. Mucho me parece a mí…

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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