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Cecilia Casado

A partir de los 50

Vacaciones en Noviembre

Cuando hablo de transitar la vida por carreteras secundarias hay personas que me entienden y otras –de las que aprendo en grado superlativo- me miran con esa típica caída de pestañas mitad condescendencia, mitad conmiseración; vamos, que igual me aprecian, pero piensan que estoy más de aquel lado que de este otro.

Y cuando les digo que me voy de vacaciones –sí, VA CA CIO NES- en pleno mes de noviembre, cuando andan todos atareadísimos tomando aire del comienzo de curso y pensando ya en qué regalar en navidad o qué pondrán para cenar en nochebuena, y que para rizar el rizo me voy a la ciudad más polvorienta (por aquello de las sempiternas obras), contaminada, ruidosa en su belleza, controvertida y denostada del país –Madrid, sí, lo habéis adivinado- se sienten agradecidos por poder seguir con sus afanes cotidianos y no me envidian nada, pero lo que se dice nada de nada.

Y está bien que así sea porque la envidia es muy mala ya que produce sarpullidos en quien la siente y zumbido de oídos a quien la padece.

Me preguntó una amiga que con quién iba a Madrid. Que dónde me alojaría, que qué planes tenía. Casi escuché el chirrido que hicieron sus meninges cuando le dije que viajaba sola, que me alojaría en un apartamento de alquiler y que mis planes amanecerían cada día junto con mi estado de ánimo y el té calentito de la mañana.

Tan sólo mis hijas y un par de íntimas relaciones saben, conocen y comprenden (e incluso aplauden) mi forma de moverme por la vida a mi provecta edad: libre, independiente, contenta de que no me duela nada (o casi nada, maldito menisco)

Aproveché la casualidad de que una prima de Santander viajaba el mismo finde a Madrid y nos juntamos con su hija en la Latina el sábado por la noche. Risas, buen ambiente, la gran urbe y su desacomplejada manera de disfrutar, donde nadie te conoce y nadie te critica, lejos del pueblerino cotilleo de mi pequeña ciudad. Aproveché que el domingo fue luminoso para perderme por el Rastro, subir y bajar, mirar y contemplar el variopinto abanico de la abigarrada humanidad que se reencuentra domingos y festivos persiguiendo el afán de conseguir el dinero que a otros les pica en el bolsillo.

Descansar a demanda, pasear a voluntad, zarandear el olfato entre los calamares de la Plaza Mayor y el pandemónium de olores que se tropiezan del mercado de San Miguel. Ver las obras de Sol –no de teatro precisamente-, la marabunta en la Gran Vía y sus tiendas repletas un domingo por la tarde.

Dormir sola, tranquila, satisfecha, contenta de pisar nuevas calles sin que nadie tire de mí ni tener que tirar yo de nadie.

Encontrarme con una amiga, ver cuadros únicos de Frida Kahlo, pisar con pies de plomo los salones del Palacio de Liria, tomar el té en un hotel de cinco estrellas (sólo el té con pastas que se va el presupuesto). Sacar entradas para el teatro –ganas de ver a El Brujo-, dejarme llevar por el ánimo contento, los pies ligeros, el móvil en silencio todo el rato.

Vacaciones en Noviembre, sí, un maravilloso interludio entre la paz de Octubre y el recogimiento de Diciembre. Vacaciones conmigo misma para quitarme a manotazos el agobio que producen “los otros”, esos a los que Sartre llamaba “el infierno”.

Viajar sola, reencontrarse con el silencio interior aunque fuera aúllen sirenas, dejar de contar los pasos, mirar al cielo, sentarse en una tasca y pedir callos y vino tinto, hablar con desconocidos, sonreir sin motivo aparente pero con razones profundas. En fin. Esas cosas con las que se sueñan y resulta que están al alcance de nuestra mano.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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