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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Peinar canas o teñirlas?

Mis primeras canas aparecieron de la mano de las primeras desilusiones, es decir, hace ya muchos años, pero como soy más bien tirando a rubia no se me notaron mucho –las canas, que las desilusiones las llevo grabadas a fuego- así que no les hice mucho caso –a las canas- hasta que un día una de mis hijas me miró fijamente y poniendo cara de haber encontrado una colonia de chinches en mi cabeza gritó:

“Ama, ¡pero si tienes canas!”.

“A ver, corazón mío, -le dije- tengo canas de la misma manera que tengo una hipoteca, para ser igual que los demás”.

Mis ironías no suelen tener mucho éxito en casa, más bien generan morros y algún que otro portazo así que me quedé con la mordacidad colgando de los labios y fui a trotecillo ligero al espejo del cuarto de baño –ese que amplía la imagen y se ve la piel como los cráteres de la Luna- a constatar los cabellos plateados (cursilería donde las haya). Y bueno, sí, allí estaban ellas –las canas- inopinadamente surgidas como las setas después de la lluvia, recientes, fresquitas, de última generación.

Lógicamente me deprimí durante unas cuantas horas y luego, saqué fuerzas de flaqueza y empecé a llamar a mis amigas.

– Oye, ¿tú tienes canas?, preguntaba yo… -y las respuestas fueron de antología.

– “Pero…tú… ¿de qué vas?   (la amiga pija)

– “Oye, guapa, canas tendrá tu madre –con perdón- (la amiga borde)

– “¿Canas, quién? ¿…Yooo?”  (la amiga mentirosa)

– “Pues claro, pero me las tiño como todo el mundo” (la amiga sincera)

– “Oye, déjame en paz que tengo mucho trabajo” (el amigo que se las tiñe también, seguro.

Y me puse a observar a la gente de más o menos mi edad, a hombres y a mujeres. Conté una gran cantidad de féminas con el pelo completamente blanco, cortito y ellas tan felices. A otras tantas con el pelo teñido, a mechas, con reflejos o mechas, es decir, tapando las canas. También había otras mujeres con el pelo entreverado de plata –más cursilería- y tan felices también. Los hombres, ellos lo tienen más difícil, porque al llevar el pelo tan cortito normalmente, los que se las tiñen a la semana ya se les nota y como que no; los de abundante cabellera blanca, interesantes, sí, pero bien avejentados. Los calvos no cuentan. Así que debía tomar una decisión trascendental.

Pero era ésta tan difícil que, por más que me estrujaba el cerebro y me quitaba horas de sueño, no conseguía decidirme. Y así fue pasando el tiempo y los años y ni mis hijas ni nadie se había vuelto a fijar en que yo tenía canas y tan contenta pensando en todo lo que me había ahorrado en tintes y molestias hasta que justo ayer mismo, mi peluquera, a la que yo creía pagaba por ser condescendiente, me dijo: “bueno, a ver, ¿te vas a teñir las canas de una vez o no?”.

Aquel listillo medio idiota que dijo: “Los hombres maduran, las mujeres envejecen”, seguro que cuando lo dijo era viejo y calvo, no tenía ni idea de lo guapísimas que podemos estar hoy en día las mujeres mayores con canas… o sin ellas.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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