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Cecilia Casado

A partir de los 50

IMSERSO. Sola y a mi bola. Salamanca ideal. Día 5 del viaje

Cuando suena el teléfono/despertador a las siete y cuarto de la mañana, ya ni me sobresalto ni me cabreo sino que pienso en el día tan fantástico de libertad que me espera, andando a mi ritmo, con esos paseos demorados que tan feliz me hacen. Hoy es el primer día que puedo desayunar sin prisa porque no tengo que subir al bus de la excursión sino a la habitación para organizar mi jornada de alivio gregario y hacer un poco de turismo en libertad.

Compro online la entrada para visitar el Palacio Monterrey, patrimonio de la actual Casa de Alba, adonde llego a las diez y media, descansada, con el sabor de un cortadito bailándome en la boca. Tengo todo el palacio para mí sola porque nadie ha tenido la misma idea que yo, así que disfruto con la contemplación del arte que tanto les gustaba atesorar a doña Cayetana y su primer marido y los sillones donde se repantigaban y la habitación de invitados donde se alojaron deslustrados eméritos en su día. Visito las cocinas y las habitaciones del servicio en un paseo por estrechos pasillos fieles representantes del up&down de señores y sirvientes. Hay muchas escaleras y ningún ascensor, pero la vista y la visita bien valen la pena. (Precio de la entrada 7,5€, reducida.)

Mi segunda parada del día es a la hora del ángelus, con una visita guiada a la Casa Museo Unamuno, ya que la figura del ilustre vasco siempre me ha resultado digna de estudio y, casi siempre, de respeto. Cual no será mi sorpresa al comprobar que estoy sola para la visita y que el amabilísimo guía decide contarme la historia mil veces repetida como si fuéramos colegas más que otra cosa. Así que me recreo en lo que veo, pregunto lo que se me ocurre, disfruto de este pequeño privilegio y me pongo cada vez más contenta. (Precio de la visita 2€, reducida.) 

 

 

De ahí paso a la Universidad antigua, que no es la más antigua de España título que ostenta la de Palencia, pero sí atesora lo que yo llamo la “energía del saber” en su paraninfo, aulas magnas y la hermosa biblioteca. Me emociono pasando la mano por la madera de sus viejos bancos, asientos inclementes para los estudiantes de otro tiempo. Me demoro en su patio, entro varias veces en las aulas, saco fotos, hablo sola de lo contenta que estoy. (Precio de la visita 5€, reducida.) 

 

El sol amable del mediodía me acompaña en el paseo hasta las Escuelas Menores para deleitarme en la contemplación del “Cielo de Salamanca”, El Cielo de Salamanca. Escuelas Menores (arquitecturapopular.es) una delicatesen del siglo XV que estaba deseando ver con mis propios ojos. Es una pintura mural realizada en una bóveda como representación astrológica para las clases de dicha asignatura. (Esto es gratuito) así como la visita a la capilla y el resto de instalaciones.

Ya voy haciendo hambre y cambio de tercio en dirección a la Hostería Mesón Vallejo que me ha recomendado el guía de la Casa Unamuno. Nada hay como que te aconsejen los autóctonos por encima de lo que digan los espabilados del tripadvisor. Veni, vidi, vincit, encontrando mesa libre a la primera y disfrutando de las especialidades salmantinas con un placer desconocido en los días previos: patatas “meneás”, arroz en chanfaina y todo lo que pillé que no llevara carne. Feliz como una lombriz me volví al hotel a echar la siesta comme il faut…

Al filo de la hora del té me pillé un taxi para que me acercara al Puente Romano (3,50€) para dar un buen paseo por las orillas del Tormes. Sin ruidos, al solecito de un atardecer demorado –cómo se agradece que el día se alargue un poquito-, paseé pensando o pensé mientras paseaba, al más puro estilo unamuniano. Ahí dejé aposentar mis vivencias de los últimos días, ahí dejé fluir un “je ne sais quoi” de malestar subyacente que me había estado picando todo el rato bajo la piel.

El impulso que me lleva a probar ciertas cosas para martillear ciertos prejuicios, el runrún de necesitar lo empírico y no conformarme con lo teórico, ese impulso de meterme en el barro y dejar de lado las palestras confortables. Anduve dos kilómetros hacia la derecha y otros dos de vuelta, guiñando los ojos tras las gafas, sonriendo bajo la bufanda, pisando la hierba con las botas de caminar libre.

Cerca estaba el Museo de la Automoción que al ser privado tenía horario comercial, Museo de Historia de la Automoción de Salamanca. MHAS (museoautomocion.com) y deambulé en la más completa soledad por tres plantas repletas de automóviles y motocicletas antiguos porque me fascinan los coches y todo lo que se mueve con un motor. Esta afición me la inculcó mi padre que siempre andaba trasteando cualquier aparato que hiciera cosas por sí mismo gracias a la intermediación del hombre. (3€, reducida)

Regresé con paso demorado al centro de la ciudad y me detuve un rato más en la exposición de La Salina de una genial pintora zamorana llamada Ana Zaragozá (con acento en la tercera “a”). Exposición de Ana Zaragozá en Salamanca – SALAMANCArtv AL DÍA – Noticias de Salamanca (salamancartvaldia.es) Otra delicatesen que llevarme a la boca como colofón de una jornada extraordinaria…además del plato de jamón de Guijuelo que me metí entre pecho y espalda para exorcizar la “última cena” en el hotel que picoteé con displicencia que hambre. Como despedida del viaje, trasegué un gintonic con los compañeros de mesa para hacer cuatro risas de desagravio.

Ese fue el momento en el que me enteré de que “ya me conocían del periódico” y que “a ver lo que cuento del viaje “. Me quedé perpleja, sinceramente, de que nadie me hubiera dicho nada durante cinco días de “convivencia”. Pero bueno, como siempre digo, quién sabe nada… Me acosté esa noche con un punto de satisfacción, malgré tout sobre todo por las horas disfrutadas yo conmigo misma deambulando por una ciudad hermosa, cultural y regia.

Al día siguiente –el sexto día del viaje- la cuestión iba a consistir en invertir siete horas en recorrer los 450 kms. que separaban Salamanca de Donostia. Todo un eufemismo de considerar este día como parte del viaje, mas a estas alturas de la película ya todos conocíamos los trucos…y creo que tan sólo deseábamos regresar a casa para contarlo. U olvidarlo, que de todo habrá.

 

 

 

Felices los felices… malgré tout.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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