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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las cosas son sencillas…si quieres

Soy bastante de escuchar. Tengo una oreja grande como un campo de fútbol para mis amigos y “santos de mi devoción”, léase personas a las que profeso cariño porque me sale de adentro. Así ocurre que muchas veces me tiro una hora al teléfono mientras al otro lado un alma necesitada de desahogo verbal consigue su objetivo: quedarse en paz.

Lo que me cuentan se queda conmigo, no soy cotilla, pero bien es verdad que casi siempre me produce una seria reflexión sobre los porqués de la gente para hacer que las cosas sean difíciles…cuando podrían ser mucho más sencillas.

Hay problemas que no veo como tal –desde la distancia- sino como auto-complicaciones que uno se empeña en llevar a cabo; algo así como dinamitarse la vida, ponerse palos en las ruedas, ganas de pasarlo mal porque uno quiere. Que soy consciente de que las cosas se ven mucho más fáciles desde fuera, pero también es cierto que nos obcecamos en no querer mover el timón, en seguir haciéndolo todo a nuestra manera aun sabiendo que va a salir mal ya que así es como nos ha ido en los últimos lustros.

No sé, cuando se quejan de la soledad, de cómo sienten lejanía espiritual de la persona con la que comparten el pan y la sal y resaltan ese vacío que resuena en su interior…y no le ponen remedio. “Es lo que hay” –dicen, y se despiden hasta la próxima.

O cuando desgranan el rosario de los mil y un gastos que les asfixian el presupuesto y no cesan de tirar el dinero en cosas que son superfluas –aunque lo sepan- porque es un modus operandi al que están acostumbrados y “cuesta mucho cambiar”. ¿De verdad?

Las quejas por el abuso o desapego de los hijos que no valoran el esfuerzo que se realiza por ellos…son multitud. Ahí parece que casi nadie está contento y la queja es universal. Saben que a mí me lo pueden contar porque –como dejan bien claro- “tú no tienes ese problema porque tus hijas viven lejos”. ¡Manda narices!, pues ya me gustaría a mí poder ver crecer a mis nietos aunque tuviera que pagar el precio que pagas tú por ver crecer a los tuyos…

Que parece que nadie está conforme con lo que tiene o con lo que le ha tocado en la lotería de la vida y ya no somos capaces de ver la simplicidad que existe en lo cotidiano porque nos parece inane y tenemos que buscar complicaciones para así darle más enjundia a la rutina en la que chapoteamos.

Si cuando han acabado las quejas dejan sitio para la opinión ajena –la mía- procuro no apearme del discurso que me mantiene en pie aunque a veces reciba empellones para que me caiga: “lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Y me quedo tan ancha. Y el que quiera entender, que entienda. Y quien quiera seguir haciendo las cosas difíciles cuando podrían ser mucho más sencilla…pues allá él.

Yo ya me pongo los pinganillos cuando me llaman y, mientras escucho, puedo picar las hortalizas para el pisto o tender la ropa estirando bien las mangas de las camisas.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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