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Cecilia Casado

A partir de los 50

Mente vs corazón. La eterna pelea.

Cecilia Casado *Hijas con madre” Óleo sobre lienzo. (2022)

Si algo me define es el racionalismo y su consecuente pragmatismo. De siempre he sido resolutiva y práctica, lo que se suele llamar “con los pies en el suelo”, aunque en algunas sonadísimas ocasiones he metido la pata hasta el corvejón dejándome llevar por quimeras ilusionantes que alguien –y no digo que con mala intención- me metiera en la cabeza.

Pero fueron otros tiempos que forjaron la urdimbre presente que me tiene amarrada al sillón de la realidad sin posibilidad de ensoñaciones. Es decir: que la única ilusión que me queda es la de despertar cada mañana y que no me duela nada. Y, curiosamente, ahí es donde duele.

Fui una niña cariñosa que recibió muy poco cariño. Luego, una jovenzuela ávida de calor humano que buscó abrazos de los de la época, aquellos que no los iba a separar sino la muerte. Creí –porque había que creer en ello- que el binomio amor/familia podía funcionar. Me equivoqué. O me equivocaron, ya no me acuerdo.

A partir de los cincuenta años constaté en propia carne que la familia es el eje inamovible alrededor del que funciona nuestra sociedad aunque lo haga a trancas y barrancas. El caso es que tuve hijos porque quería formar mi propia familia, para exorcizar la tendencia heredada a darnos puñaladas entre colaterales y que se mantiene con bastante furor a día de hoy.

La familia. Mi familia. Mis hijas. Mis nietos. Una entelequia para mí. Un germen de normalidad que se me escurrió como agua entre los dedos cuando mis hijas formaron su propio nido en países lejanos o muy lejanos. Hicieron su propia vida, buscaron su propio destino, formaron su propio núcleo familiar –como hice yo cincuenta años antes sin que nadie me lo impidiera-.

Ahí es donde mi mente racional acepta sin paliativos la realidad y las circunstancias que me están tocando vivir. Nada que objetar, ninguna queja.

Pero en justicia también debo escuchar a mi “corazoncito”, ese que se resiente por no ver crecer a mis nietos, por no poderles contar cuentos, ni jugar con ellos ni abrazarles ni hacerles regalos poco ortodoxos a espaldas de sus padres.

Ese corazón que se encoge cada vez un poquito más por no poder disfrutar del día a día de mis hijas, por no poder compartir sus sueños, sus trabajos, sus retos vitales alrededor de una taza de té y un trocito de pastel –o de una caña y un pintxo de tortilla-.

La ausencia de todo lo cotidiano en una familia: acompañarse al médico, salir de compras, comer de vez en cuando en grupo hablando de lo divino y de lo humano, discutiendo incluso porque no todos pensamos igual. Que te pida tu hija que le cuides al pequeño porque tienen que ir a terapia con la mayor. Que les prestes tu coche porque el suyo está en el taller. Pasarles unos tuppers con la sopa de pescado que tanto les gusta. Esas cosas. Nada del otro mundo. Lo que tanta gente ha conseguido sin tener que luchar por ello. Como si fuera lo más normal del mundo –que lo es-.

Mi corazón me dice que se avecinan tiempos oscuros conforme la edad vaya destilando sus propias goteras, cuando los recuerdos felices se vayan diluyendo y ya no haya materia prima para cocinar otros nuevos. Me quedo con lo que tengo en la mochila emocional y afectiva, lo guardaré como si fuera el capital que se tiene en el banco para alimentarse en la vejez.

Mi mente racional todavía está firme. Mi corazón cansado quiere tirar la toalla. O como dicen los que no piensan demasiado: “es lo que hay”. Y cuando todo se desmorone, no lo quiero ni dudar, ya me cuidará la Diputación que para eso está.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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