Acabo de volver de viaje. De uno de esos recorridos que parece que necesito hacer escapándome de la rutina protectora y lanzándome –maleta interpuesta- a la vorágine real que es la vida de los aeropuertos, a una cultura lejana donde no se bebe vino o no se concibe sin pena a una mujer sola. Un viaje circular que termina exactamente en el mismo punto del que partió: el espejo de mi cuarto de baño mirándome fijamente a los ojos.
He ido y he vuelto. He cambiado mi cómoda rutina por otra de madrugones, alimentos irreconocibles para mi vademécun estomacal, un idioma que creo que hablo pero en el que no les entiendo. Usos y costumbres que vienen marcados a fuego por leyes estatales e intransferibles que si las infringes, tendrás un problema que nunca hubieras ni imaginado. *Como el funcionario de la Aduana del Aeropuerto de Hanoi que exigió en dos ocasiones y de forma expeditiva que hubiera silencio absoluto en la cola de docenas de personas previa al control de pasaportes.
Vietnam es comunista de manual, no de forma “light” como en otros países donde “existe” el partido comunista. Allí todo es “perfecto” gracias al legado del “excelente y queridísimo Tío Ho” (Apelativo cariñoso hacia su bienamado y por siempre venerado ex presidente Ho Chi Minh). Todo está escrito y reglamentado, atado y bien atado. Desde los hijos que se pueden tener (en teoría) hasta los metros cuadrados de la parcela de tierra (propiedad del Partido) en la que el campesino podrá cultivar arroz para dar de comer a su familia. Gracias al Estado/sistema, los ricos son muy ricos y los pobres no pasan hambre. **Ho Chi Minh – Wikipedia, la enciclopedia libre
Ya no hay guerra con bombas ni “agente naranja”, sino tiras y aflojas con las empresas multinacionales que hacen rico a un país que sabe vender(se) a occidente. *Empecé a mirar las etiquetas de mi ropa y casi se me cae el alma a los pies. En la ciudad de Hoi An, un artesano zapatero/encurtidor se ofreció a realizarme unas sandalias a medida, con cuña acolchada, pudiendo elegir el modelo y los colores del cuero utilizado, y llevármelas al hotel a las pocas horas, por el mismo precio que pagaría por una birria de polipiel en cualquier zapatería de por aquí: 35$.
En Vietnam el turista (o el viajero) no puede salirse del tiesto porque no le van a dejar. Como si hubiera una línea amarilla que delimita el siguiente paso y que constantemente te recuerdan que no debes traspasar. Prohibido casi todo, pero con la sonrisa condescendiente de que todo es permisible si el dios al que veneran extraoficialmente concede sus indulgencias. Un país comunista (de los cinco que quedan sobre el mapa: Corea del Norte, Laos, Cuba y China) Un país que venera a sus ancestros y quema incienso en los altares del capitalismo, su único Dios, el dinero. Como en el resto del mundo mundial. Presidente de Vietnam – Wikipedia, la enciclopedia libre
De un país rico –o en vías de conseguir serlo en muy poco tiempo-, con una historia cruenta de invasiones y colonizaciones y guerras intestinas, he transitado a su “pariente y vecino pobre”: Camboya. Tan similares y, sin embargo, tan distintos. Tan cercanos y a la vez circulando por carreteras secundarias con el fin de pillar el atajo que les lleve lo más rápido posible al templo de “la sabiduría” o del Nirvana o del Dow Jones. Bien adoctrinados, los precios se marcan en dólares USA, más codiciados que el riel local. *Conjunto residencial del Palacio Real. Habitado en parte por su actual soberano Norodom Sihamoní – Wikipedia, la enciclopedia libre.
Contar un viaje es aburridísimo, excepto que te financie una publicación por relatar cuatro obviedades e ilustrarlas con “fotazas”. Si eres “periodista de viajes” o “influencer global”, todo llevará una pátina de glamur tan falsa, tan falsificada, como los accesorios de marcas famosas y europeas que cuestan un riñón y por aquí se venden a precio de “outlet”.
¿Cómo va a aumentar el valor de mi esencia interior, de lo que yo soy como persona, por el hecho de ponerme etiquetas dorsales
(falsas) de miles de dólares?
He viajado sola acompañada de gente desconocida. Como la vida misma, por otra parte. Aunque tengamos una pareja para ir de la mano, la procesión (solitaria) va por dentro. Soy la misma aquí y allá, en habitación (doble uso) individual o compartiendo una pizza para dos.
La vida está llena de gente desconocida a la que no siempre beneficia conocer. Por eso es tan importante –al menos para mí- encontrar las claves para saber vivir con reglas individuales aunque haya muchos momentos en los que venga bien “viajar en grupo”.
No me quiero engañar. En Vietnam y en Camboya estoy tan sola o tan acompañada como en Donostia-San Sebastián, porque la gente miente lo mismo en la terraza de un hotel con vistas al Mekong que en la cocina de su casa mandando un whatsapp.
Mi viaje por otras tierras ha sido más solitario que nunca porque cada vez voy añadiendo puntos al placer de ser un “verso libre” y no verme condicionada –más allá de lo que yo misma acepto- y escribir mi propio “poema” en la rima que más me gusta.
Mi viaje sigue siendo un viaje hacia adentro aunque le ponga sellos al pasaporte. Cuesta comprenderlo (y admitirlo), pero me siento bien no echando en falta todo aquello que no necesito para vivir en paz. Aunque los demás lo tengan…
Felices los felices, de vuelta al lío conmigo misma.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com
Texto y fotografías: Cecilia Casado