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Cecilia Casado

A partir de los 50

Si no es amor es interés

Me detengo a pensar por qué llevo toda mi vida repitiendo esa frase como si fuera un mantra, concretamente, en las situaciones que me impelen a recordarla, que son demasiadas para mi gusto.

Por mi edad provecta –de persona que está en la madurez- me tocó apechugar con la educación de la época; en este caso la destinada a la mujer, ya que en casa fuimos cuatro hermanas. El amor romántico se daba por descontado, todas deseábamos que nos llegase, de hecho casi estábamos convencidas de que teníamos derecho a ello, como bien nos adoctrinaba la repelente “Doña Elena Francis” con sus embarrados consejos radiofónicos.

Nuestros padres favorecieron que tuviéramos estudios, que fuéramos independientes económicamente, pero también esperaban de nosotras que hiciéramos “una buena boda” o lo que ellos entendían como tal, que no era otra cosa que matrimoniar con alguien de “buena familia”, con cierta posición social y económica. Del amor –como tal- no nos hablaron mucho, igual pensaban que era algo secundario o que vendría de serie con el matrimonio…

Lo que ellos no pudieron imaginar –ni en sus peores pesadillas- es que sus cuatro “vástagas” se casarían por amor y no por interés. Ahí fue el momento en el que la realidad se bifurcó en dos caminos paralelos que nunca podrían tocarse. Como no podía ser de otra manera –cualquiera se mete a analizar- hubo tres sonadísimos divorcios en la familia. ¡A ver qué esperábamos las irredentas románticas!

Con el paso de los años me volví a enamorar del amor, del concepto romántico en sí, buscando de forma incansable a la pareja que me haría feliz y a la que yo pagaría con la misma moneda. Qué gran verdad es –ahora lo descubro- que los enamoramientos y amores pasionales son cosa de la juventud o de flaquezas del espíritu. Qué gran verdad es –constatada de la realidad- que a partir de cierta edad lo que todos queremos es seguridad, buen rollo y ausencia de sobresaltos.

Quizás por eso la gente –a partir de los cincuenta o más- ya no se deja llevar por impulsos “felicianos” sino que pone en la balanza y pesa cuidadosamente todo aquello que le puede aportar una persona en una relación, bien sea después de treinta años de casados o en una nueva intentona, en eso que se llama “rehacer la vida”.

Quizás sea por eso que las nuevas “candidaturas” miran con lupa mi forma de vivir: libre, sin ataduras, un poco anárquica y no les gusta ni pizca. Quizás por la misma razón yo no me veo embarcándome en una nueva relación donde tenga que soportar cuitas viejas, mochilas cargadas de piedras emocionales o conflictivas relaciones familiares ajenas –que ya me basta y me sobra con las mías-.

Pues eso: que lo que no es amor es interés y de ahí no me saca nadie. Con la excepción de mis hijas, que conocen mis puntos débiles y a veces se muestran “amorosamente interesadas”.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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