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Cecilia Casado

A partir de los 50

El roble y el junco

De Esopo a La Fontaine ¿quién no ha escuchado alguna vez la historia del roble y el junco que vivían juntos al lado del río? El roble, fuerte, robusto y soberbio hace burla del débil junco que se inclina ante la más ligera brisa mientras él, con su recio tronco, resiste vientos y tempestades.

Durante demasiados años yo quise ser roble, tener raíces profundas, apariencia sólida y recia para soportar todo lo que yo veía que había que soportar. Lo que no imaginaba es que, a la larga, me iría desgastando a fuerza de oponer resistencia, de ofrecer mi dureza exterior a los avatares de la vida.

Un día, hace ya varios lustros, me hallaba en la antesala de un Juzgado dispuesta a luchar por mi magro patrimonio frente al –a mi entender- abuso del que iba a ser objeto por parte de la parte litigante. Mi estado de ánimo había perdido la fuerza que me caracterizaba, la salud me iba abandonando y el espíritu que me soplaba desde dentro había enmudecido. Apenas me quedaban fuerzas. Entonces tuve miedo de que el “vendaval” me arrancara de cuajo de mis raíces a la vida, comprendí de súbito que igual no ganaba esa pelea o que lo haría con una victoria pírrica. Que era más soberbia que necesidad lo que me impelía a enfrentar la situación.

Así que le dije a mi abogado que no siguiera por ahí, que prefería dar mi brazo a torcer –inclinarme como un junco- y cobijarme de la tempestad aunque fuera a ras de suelo y no jugarme la salud física y mental luchando contra los elementos humanos que formaban aguerrida hueste frente a mí. Cedí. Me dejé caer hasta besar el suelo. Soporté la furia enemiga mirando de soslayo al roble estólido que tan sólo esgrimía contra mí su robustez. Perdí y gané a la vez. Perdí vil metal y gané paz y salud. Aquí sigo, como junco que sabe capear vendavales.

He visto demasiadas “personas-robles” ser arrancadas de cuajo de su lugar en el mundo por no saber ni querer ser flexibles. Las he visto caer rotas, abatidas por la enfermedad que corroe el alma a la vez que el cuerpo. Rígidas e inquebrantables en su pensamiento, ideología y forma de comportarse.

Eso de “genio y figura hasta la sepultura” no va conmigo. He aprendido que la adaptación es lo único que hace sobrevivir a una especie y esto también se aplica a los recovecos de la mente humana. Si voy por un camino y me doy cuenta de que estoy equivocada, retrocedo y tomo el otro ramal de la encrucijada. No sigo adelante contra viento y marea.

Prueba/error, prueba/error…y así hasta que se acaben las fuerzas y la vida cierre su círculo en brazos de la muerte.

Felices los felices.

LaAlquimista

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*Dedicado a Tobías Hessen

 

 

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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