Banksy. 2006 en la calle Chalk Farm Road de Londres
Soy plenamente consciente de que he ido dejando tras de mí algunos temas pendientes que de vez en cuando, -sobre todo en algunas madrugadas insomnes- aporrean mi cerebro como un teleoperador que tiene que cumplir su cuota de ventas.
Son historias de desamor, desilusiones por falta de reconocimiento, puñaladas traperas que se engancharon en mi caparazón, malos pagos y pequeñas traiciones. Historias, todas ellas, que guardé en mi personal “caja de Pandora” y que nunca he querido destapar. Pero ahí siguen, ni se van ni se despiden, recordándome de vez en cuando que todavía guardo (bastante) polvo debajo de la alfombra…
No he podido quitarme durante varios lustros la “espinita” del hombre que mientras me era infiel –sin yo saberlo- me acusó de apartarlo de mi lado con la “excusa” de la relación “no funcionaba”. ¡La rabia que sentí cuando me enteré –como siempre, la última- de su falta de honestidad! Me acusó de destruir la relación, me afeó por tomar la iniciativa en la ruptura, se victimizó y me señaló con el dedo como “la mala de la película”.
En el tema laboral, aguanté –hasta la crisis y la prejubilación forzada- recibir menor remuneración por mi trabajo que algún compañero varón y con menor cualificación. Nunca conseguí que hubiera igualdad salarial (a mismo trabajo, mismo sueldo) entre hombres y mujeres en mi empresa, por más que luché y pataleé y me creé una “mala imagen” de mujer protestona, reivindicativa y “tocapelotas”. En plena crisis del 2008 me mandaron a casa con la mínima indemnización posible. Después de más de treinta años fichando a las ocho, no hubo ni despedida ni un abrazo de mis compañeros. Malos compañeros, que cuando me ven por la calle me saludan como si no hubiera pasado nada…
En lo familiar -que se tapa y oculta y se miente y distorsiona-, ya dejé bien claro a mis colaterales sanguíneos que no queda ni el más mínimo resquicio, ni una grieta olvidada, por la que puedan volver a colarse las mentiras, la maledicencia o la inquina. La toxicidad en la que viví por imperativo genético ya se desintegró hace años.
Mujeres de mis características con estudios, potencial y fuerza las hay por doquier. Somos las míticas “superwoman” de los años 90 que podíamos con todo. Con amores desquiciados o una familia monoparental con hijos a nuestro casi exclusivo cargo. Mujeres con trabajos estresantes o mal pagados o sin el reconocimiento necesario. Mujeres “incómodas” que hemos alzado la voz hasta que nos hemos cansado… y hemos barrido el polvo debajo de la alfombra por pura supervivencia mental y emocional.
Seguramente todos tenemos algún tema pendiente que nos ha resultado doloroso sacar de su oscuro agujero y exponerlo a la luz del día. Quitarle los mohos, aventar la suciedad y, una vez limpio de recuerdos insanos, tirarlo directamente al contenedor de la porquería que no se puede reciclar. El trabajo ya está terminado, pasado a limpio, firmado y sellado y llegó el momento vital de relacionarse únicamente con quienes conforman una “suma mutua” de ayuda, cariño y generosidad.
Felices los felices.
LaAlquimista
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