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Cecilia Casado

A partir de los 50

Victimismos

“No te hagas la víctima” era una frase muy usada en mis años mozos para señalar con el dedo a aquella persona que no paraba de quejarse de su mala suerte. Nada que ver con el sentido determinante que adquirió después refiriéndose a quienes habían padecido persecución, daño o perjuicio por su ideología. Me refiero aquí al victimismo doméstico, el de andar por casa, casi siempre representado (lamentablemente) por una mujer: esposa, madre o hija.

“¿Qué he hecho yo para merecer esto?” era una frase repetida en la cocina o el dormitorio y sacralizada después literaria y cinematográficamente, un concepto que retumbaba en las neuronas adolescentes como si fueran bombas de racimo, una idea imbuida a machamartillo en las mentes en curso de desarrollo.

Me refiero a las personas “quejicas” que siguen y siguen echando al aire reproches generalizados como si fuera granizo a ver a quién le cae encima. Conforman el arquetipo del grupo que se queja de todo y por todo, esa gente que incluso teniendo más razón que un santo para la protesta, no se da cuenta de que los demás no somos responsables de los males que les aquejan. Nos enseñan con total claridad cuál es la manera de conseguir todo lo que se quiera por el expeditivo sistema de “hacerse la víctima”.

Sé de qué hablo porque me tocó bregar con un familiar que utilizaba el “victimismo” para tener encadenadas a todas las personas de su círculo cercano. Es una manipulación tan grande que ni siquiera lo parece porque va disfrazada de dolor y sobre todo de culpa. Mucha culpa…pero ajena. Curiosamente, ya no son únicamente mujeres las que han fomentado esta mala praxis sino que son legión los hombres que han aprendido cómo llevarla a cabo. Casi siempre son personas con alguna enfermedad física o disfunción emocional –bien provocada por la mala suerte, bien autogenerada- que les limita en su funcionalidad cotidiana. Sus males pueden ser reales, medio reales o vergonzosamente imaginarios.

Y cuando te los relatan, cuando te ponen la cabeza como un bombo, o cuando te hartas de escuchar siempre la misma milonga de “qué mala suerte tengo en la vida” y te dejas llevar por tus propios demonios y les sueltas eso de: “¡Ya está bien de hacerte la víctima, arregla lo tuyo, haz algo por cambiar y deja de culpar a la humanidad de tus penas”!, entonces…ay, entonces…

Seguramente leerá esto alguna persona que sufre y padece por causas reales y se sienta ofendida. Si así es –el hecho de ofenderse y darse por aludida- es que, inevitablemente, ha asumido su rol de protagonista “víctima” de la función. Las otras, las que padecen estoica y dignamente los reveses de la vida y trabajan por mejorar, por cambiar, por arreglar los propios desaguisados, ésas, casi con toda seguridad, se sentirán satisfechas de haber traspasado la puerta que lleva de la sala del  “victimismo” al gran salón de la autoestima bien atemperada.

Por cierto, esto del “victimismo” se hereda si no le pones remedio.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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