La semana pasada me tocó compartir durante una media hora larga un espacio cerrado con otra mujer. Estábamos en un centro de rehabilitación –del que soy desgraciadamente asidua por el tema de mi trocánter lesionado- y en vez de estar cada una con su móvil mientras corrientes y ultrasonidos hacían su (supuesto) beneficio, pegamos la hebra.
En realidad fui yo la que tiró la primera piedra porque la jornada venía calentita con la investidura del nuevo presidente de gobierno. Hice un chiste sobre los chistes que se hacen los políticos entre ellos y ella me atajó contundentemente.
–“Yo no quiero saber nada, (comenzó su discurso) así que ni escucho noticias ni leo periódicos. La televisión no la enciendo jamás y como vivo sola no tengo obligación de escuchar a nadie. No me interesa lo que pasa en el mundo porque todo es horrible; no hay más que guerras, asesinatos, violaciones y mil cosas terribles contra las que no puedo hacer nada. Así que sigo con mi vida, me preocupo de mi vida y que los demás hagan lo que les dé la gana con la suya, pero a mí que me dejen en paz. Y me da igual quién salga presidente o quien gobierne porque no me interesa la política porque todos son iguales. Yo, a lo mío. Ya te digo que no quiero saber nada…así que, si no te importa, prefiero no hablar”.
Tardó en decir esto de corrido menos de treinta segundos, sin respirar ni pestañear y no le hizo mella alguna mi expresión molesta por lo que yo entendí era un manifiesto con ramalazo de poca educación y menos aptitud social. Así que, como no podía ser de otra manera, le sostuve la mirada, le regalé una sonrisa y le dije: “Vale”. Y me puse a mirar en el móvil mi cuenta de Facebook a ver si alguien había compartido algo más interesante que lo que me decía mi arisca compañera.
Y, pensando pensando, creo que estoy a punto de llegar a la conclusión de que hay muchísima gente así, quiero decir, gente que “pasa de todo” y “no quiere saber nada” de lo que para mí son hitos vitales, problemas comunes, retos universales.
Gente que ocupa su tiempo en seguir el rastro de lo superficial o carente de valor intrínseco positivo. Gente que se “distrae” de su propio camino cotilleando la andadura ajena, que sabe más de con quién duermen las socialités que de la deriva de nuestro mundo, con guerras y derechos humanos pisoteados.
Pienso si esos que “no quieren saber nada” no se merecen todo lo que les pase, por tibios o por cobardes o, lo más probable, por estúpidos.
Pero también me doy cuenta de que esas personas se moverán en su propio mundo de indiferencia e ignorancia, de la misma manera que yo estoy rodeada de seres con inquietudes y con quienes compartimos preocupaciones de otra índole bien distinta.
No querer saber nada es peligroso. Te la van a meter por la escuadra. Y si no, al tiempo.
Felices los felices.
LaAlquimista
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