>

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Cuentas macabras de Año Nuevo

En los días navideños en los que la mayoría de la gente lleva la cuenta de quién visita a quién y quién escurre el bulto, me ha llegado la típica boutade que ha hecho correr por la red un hijo de unos cuarenta años que vive muy lejos de sus padres jubilados, calculando el tiempo que –teóricamente- podría seguir viéndoles antes de que se vayan al otro barrio.

Calculó que si volvía “a casa” (desde el otro continente donde trabaja) dos semanas al año como mucho por tema de precios de avión y a sus padres les quedaban –siendo optimista o según las estadísticas- veinte años de vida, el tiempo total que pasaría con ellos (y ellos con él y con sus nietos) ascendía a la torpe y patética cantidad de cuarenta semanas; o doscientos ochenta días, lo que vienen a ser nueve meses más o menos. Es decir: menos de un año.

Ese pensamiento de poco o nulo fundamento le llevó a replantearse un par de cosas y tomó la decisión de acercarse al país de donde había marchado un par de décadas atrás; pensó que valía la pena que sus padres vieran crecer a sus hijos –que pudieran ejercer de abuelos y los chavales supieran lo que es tener abuelos-. Sobre todo, se le encogió el corazón al pensar que en vez de compartir con sus padres VEINTE AÑOS de vida, tan sólo iban a disfrutarse los unos a los otros, unos pocos meses.

“Ah, pues qué bonito”, pensé yo, mientras venían a mi mente las fotos y vídeos mil veces contemplados de mis hijas y mis nietos, tan guapos, tan felices ellos…y tan lejanos.

Y como de humanos es hacer tonterías y cometer errores agarré la calculadora e hice mi propia y macabra cuenta… pero en sentido contrario.

Calculé cuánto tiempo me queda A MÍ para compartir los logros y las penas de mis “niñas”, si algún día podré contarles cuentos en vivo y en directo a esos nietos que crecen tan rápido en la lejanía. Constaté que ya no me podré tirar por el suelo a jugar con ellos porque los huesos tienen fecha de caducidad (por lo menos los míos). Me enfangué en pensamientos tristes y bastante negativos sobre cuánto ha cambiado el mundo y la vida de los adultos mayores que tenemos hijos trabajando felices y reconocidos en otros países porque aquí, en el que les vio nacer, no pudieron optar a buenas oportunidades profesionales –simplemente- porque no las había “en lo suyo”.

Y después de amargarme el día con tanta realidad negativa miré alrededor y volví a ver a los amigos que tienen un hijo diseñando ingeniería en Japón, a los que se les fue la hija a EEUU a trabajar en investigación oncológica; aquellos otros que tuvieron peor suerte y tienen que viajar a Australia cada dos años para que los nietos sepan que son “sus” abuelos. Y la bióloga que trabaja en Gran Bretaña, el violinista en Amberes, la traductora en Milán… y así hasta hacer una imposible lista dolorosamente larga de los miles de españoles que trabajan en el extranjero en puestos que no tienen caché pero que les proporcionan una vida digna.

En resumidas cuentas: que espero que mis hijas no hagan esa “cuenta macabra”; y si la hacen que no me lo cuenten….

Felices los felices.

LaAlquimista

Te invito a visitar mi página en Facebook.

Por si alguien desea contactar:

https://www.facebook.com/apartirdelos50/

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


enero 2024
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031