Acaba de terminar otro de los annus horribilis de comienzos del siglo XXI. Ha echado la persiana propiciando a cualquier mortal con un mínimo de sensibilidad un sabor amargo en la boca. ¿Acaso ha ido la humanidad tan siquiera “un poquito a mejor” en estos veintitrés años que llevamos de siglo? Ni siquiera el más animoso de los optimistas podría aventurarse a dar buenos datos sobre lo acaecido, aunque ya se ocuparán los políticos y sus amigos los banqueros de “inventar” estadísticas que digan que sí, que todo va mejor que hace un año.

Sugiero unos segundos de reflexión –que no es tanto- observando el mundo que nos rodea. Una rápida mirada que abarque el mapa  en el que hay guerras y masacres, en el que los niños arden bajo las bombas, las mujeres violadas y los hombres despojados de toda dignidad antes de ser asesinados. Un flash que no nos descomponga el alma, pero que nos recuerde que la realidad no es únicamente la nuestra, nuestra pequeña y cómoda vida de andar por casa, sino que formamos parte de una conciencia global que nos incumbe a todos lo queramos o no.

Junto a la guerra entre Israel y Hamás que destruye la Franja de Gaza y acumula miles de muertos desde el 7 de octubre de 2023 y la invasión rusa de Ucrania, que cumplirá dos años el próximo febrero -y de la que ya no se cuentan los muertos- ,en este momento se viven conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.

-“¡Pero si todo eso ocurre lejos de aquí!”, diremos, y con esa separación mental geográfica habremos solucionado la cuestión de zarandear la conciencia. –“¡Bastante tenemos nosotros con lo nuestro!”… seguiremos apostillando, y con indiferencia marcaremos en indiferente color fosforito la línea que nos separa de nuestros semejantes lejanos a los que sentimos no asemejarnos en nada.

No digo que nos preocupemos por TODO lo que de horrible ocurre en el mundo; lo único que hago es invitar a una pequeña reflexión sobre si lo NUESTRO no forma también parte de ese TODO que nos es tan ajeno y lejano.

Aquí luchamos por el dinero (motor indiscutible del mundo) mientras en otros lugares luchan por su vida. Peleamos –y con razón- por la dignidad en el trabajo y quizás, no sé, digo “quizás”, hemos olvidado la verdadera esencia de las cosas, ésa que venía antes envuelta en VALORES HUMANOS y que ahora ya ni están ni se les espera.

Aceptamos ser un poquito menos honrados ya que aquí “el más tonto arregla relojes”; aceptamos ser un poco más egoístas que lo mío es mío y mi trabajo me ha costado; aceptamos desvalorizar los logros sociales obtenidos en cuanto a la libertad del individuo y dar un giro de timón “hacia atrás”, por MIEDO a perder cuatro perras de nuestro patético “valor adquisitivo”. (Los ricos de verdad se parten la caja de la risa con las reivindicaciones del salario mínimo y del aumento de las pensiones)

Deberíamos recordar que la mayoría somos hijos de una generación (la mía, la nuestra) que no dábamos un paso atrás ni para tomar impulso; una generación que tuvo que luchar en las barricadas de la vida en los 60 y en los 70 del siglo pasado, que en los 80 dio un paso al frente para conseguir lo que durante cuarenta años estuvo vetado: un vislumbre de libertad.

Deberíamos recordar que se levantó el puño contra la opresión de ideas, contra el menoscabo hacia la mujer, en pos de unas condiciones dignas de trabajo y de vida. Y ver dónde y de qué manera nos hallamos ahora: involucionando a marchas forzadas por el puro miedo (imaginario) que nos han metido a perder todo aquello a lo que tenemos derecho: la voluntad y la libertad de elegir.

El año 2023 ha concluido; se ha cerrado un ejercicio más con demasiada pusilanimidad, con la actitud de entornar los ojos y taparse los oídos, de no levantar ni la voz ni el puño, de criticar en el bar para decir luego a todo “amenjesús”. De echarle la culpa a los políticos –que echan gasolina al fuego y azuzan a las masas con esa absurdez de “putodefender” lo que sea- pero seguir cobrando el paro o la RGI y hacer “chapuzas” en negro, escaquear horas extras y pedir facturas sin IVA, trabajar diez horas sin exigir Seguridad Social, permitir que nos quiten la dignidad y así creer que hay excusa para quitársela a los demás…

Todo un desafío para el ser humano con conciencia del SER, separar el grano de la paja y rebuscar en su interior lo que queda de todo aquello en lo que alguna vez creyó como camino hacia uno mismo en paz, honestidad y sencilla alegría.

Me desagrada profundamente el mundo en el que me toca vivir y opongo un firme rechazo hacia las imposiciones que caen sobre mi cabeza. Así que intento cambiar lo poco que puedo cambiar con una actitud lo más positiva posible y a los demáso… les invito a que se aparten del camino que nos lleva hacia un vacío que no forma parte de la esencia del ser humano.

Conseguir hacerlo lo mejor posible es el único reto que tengo en estos momentos de mi vida, corrigiendo errores y rectificando sobre la marcha. Y compartirlo con quienes sienten igual que yo. Y al que no le gusten mis principios…ya lo siento, porque no tengo otros… como bromeaba el gran filósofo.

Felices los felices.

LaAlquimista

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