Tengo un armario ropero que es un capricho. Lo digo en el sentido de la carpintería, que me lo hicieron a medida unos buenos profesionales y está lleno de baldas, cajones, percheros deslizantes, colgadores varios y zapateros de varias alturas. Un capricho, ya digo. Ahí están, ordenadas por colores, varias docenas de perchas con mi “fondo de armario” además de los trapillos de todos los días.
Lo que pasa es que, cuando me divorcié, invadí la parte liberada del armario (y todo lo demás que se me liberó) y no sé cómo lo he hecho en estos últimos tiempos, -a pesar de que lo voy “expulgando” de vez en cuando-, pero me he dado cuenta de que tengo ropa para los próximos veinte años –si los vivo- e incluso hasta para hacerme el sudario.
Así que, cuando me llamó el otro día una amiga para preguntarme si quería “ir de rebajas” con ella y como excusa para luego comer por ahí y pasar el día, casi me da un ataque de risa. De verdad, que no hay perdón de dios, que no digo yo que la gente joven no necesite comprarse trapos cada dos por tres para apuntalarse la autoestima, que yo antes tampoco salía dos sábados seguidos con la misma ropa, pero ya hace años descubrí que la ropa buena no se hace vieja, aguanta temporada tras temporada y ahora mismo no sé cuál podría ser la excusa para comprarme algo nuevo. Ah, sí, la autoestima dichosa.
Si hago inventario –a voleo- de lo que está a la vista, puedo contar media docena de pantalones de vestir, los vaqueros y los de “ir cómoda”. Cada blusa con su chaqueta de punto a juego por encima y los vestidos bien colgados para que no críen arrugas. En las baldas, los jerseys y sudaderas, las camisetas para llevar por debajo o lucirlas. Y los abrigos y las parkas y los “plumis” de colores. Los “blaziers” y las “cosas bonitas” que llevo en las ocasiones señaladas… Y hablo de la ropa de otoño/invierno únicamente.
Y no sigo porque ya me está dando vergüenza, pero estoy segura de que todas y muchos todos andamos igual (y eso que yo no uso marcas) y es por eso que ya no voy de rebajas ni de “nueva temporada” porque no quiero más ropa, para qué, si total, si me siento guapa me sobra todo y si me siento fea no me apetece ni salir a la calle. Doy fe de que ir de tiendas “a ver si hay algo interesante” es una soberana estupidez.
Pues lo que decía, que una de las cuatro puertas correderas –de suelo a techo- se ha salido de su guía y estoy esperando a que el vecino tenga un rato libre para colocármela en su sitio y tengo la habitación que parece una tienda de Inditex en hora punta, con todo a la vista, rebosando, molestando tanta ropa, chillándome la vergüenza de no poder salirme del exceso a pesar de que tengo una amiga que ha reducido a la mínima expresión sus prendas de ropa y viste con “sota, caballo y rey” y una prima que hace viajes transcontinentales con el equipaje de mano solamente. A ver si aprendo de una vez.
Pero quien esté libre de pecado que tire la primera piedra…
Felices los felices.
LaAlquimista
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