Le he tenido que dar otra lectura rápida al imprescindible ensayo satírico de Carlo M. Cipolla sobre la estupidez humana. En él nos muestra y demuestra las diferentes formas que adquiere la estulticia manejada para su propio beneficio por el ser humano. “Allegro ma non troppo” debería ser de obligada lectura en todas las escuelas en las que supuestamente se forman las mujeres y hombres del futuro. Para que no se las den de “listillos”, para que reconozcan al “bobo útil” que la sociedad ha creado para desgracia de muchos y beneficio de unos pocos.
Pero a lo que voy. Que he tenido que recordar –porque se me olvidan dónde están las piedras con las que me tropiezo todavía- cómo hay gente que detrás de una apariencia de “buenas personas”, ésas que dicen: -“yo, es que de puro bueno que soy parezco bobo”- esperan el momento oportuno para metértela doblada.
Es esa gente que cuenta que son los demás los que siempre abusan de ellos, que soportan situaciones laborales de cierta opresión, que aguantan en su casa los malos modos de hijos, pareja y diversos familiares –las “víctimas” de siempre- y un buen día descubres que esta gente le roba todo lo que puede al patrono a sus espaldas, le pone los cuernos a quien confía en ellos, se gasta a escondidas parte del presupuesto familiar y, en definitiva, todo esto lo hace con “cara de bobo” (o boba, por supuesto). Son los que parece que nunca han roto un plato pero que con su forma de comportarse hacen más daño que el elefante ese de la cacharrería.
Y esto viene a cuento de un par de experiencias por las que he tenido que transitar -como quien salta por encima de las brasas- con dos personas diferentes y a cual más “boba”. Y no, no les estoy insultando, es que ese es el rol que han escogido en la vida para forjarse una coraza frente al mundo. Es decir: “a mí me ha tocado lo peor en el reparto, he tenido muy mala suerte, los demás siempre han abusado de mí…”o como decía la canción: “Lo mal que estoy y lo poco que me quejo”, pero al revés. Con esos argumentos tan estúpidos se arrogan el derecho de despreciar al prójimo, “hacer feos” que revuelven las tripas y quedarse en una esquina con cara de poker mientras van disparando con munición certera a quien osa recriminar su comportamiento que no es sino quien se da cuenta de “la jugada” e intenta razonar con ellos.
Mucho ojo con los “buenos de la película”, que son los que envenenan al caballo del “malo” y luego se van al bar a tomar una infusión. Mucho ojo, que andan sueltos y pululando por doquier. Mil veces prefiero a quien va de cara con su mal carácter –ahí me identifico- que a las personas que hacen gala de no ser demasiado inteligentes mientras llevan a cabo una insidiosa labor de zapa. Así que insisto: no hay “bobo” bueno.
Felices los felices.
LaAlquimista
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**He utilizado la fotografía del personaje llamado “Mr. Bean” como paradigma de lo que quiero expresar. Nada personal contra el actor que lo representa. Obviamente.