Hay últimamente una avalancha de noticias sobre el blindaje que está llevando a cabo la nación nipona contra el turismo. Que están hartos, vaya. Que no aguantan más y van a poner vallas y muros para que los turistas invasores no vuelvan locos a los residentes.
Y así han vallado un pueblo entero que queda casi a los pies del famoso monte Fuji porque sus habitantes están hartos de los cientos de autobuses que recalan en los alrededores.
Y también le han metido protección y aislamiento al barrio de Gion en Kyoto donde tradicionalmente viven las geishas, porque ahí van todos los extranjeros a sacarles fotos incluso por las ventanas de sus casas a ver si les pillan haciéndose la toilette.
Yo lo he visto en vivo y en directo el pasado mes de Abril durante mi viaje de dos semanas por Japón. Pero no he querido participar en ese abuso imperdonable contra la libertad de los demás porque me ponía en su lugar recordando mi adorada ciudad invadida por las hordas turísticas en cualquier mes del calendario.
No me gustó Japón a pesar de ser uno de los “viajes de mi vida”. El contraste de culturas me desmoronó unos cuantos valores que llevaba conmigo en el equipaje. Sus leyes y sus normas las he acatado, obviamente, pero tienen poco que ver con mis propios valores. De los japoneses no digo nada porque no me fue posible conocer más que al guía (y fue nefasto ejemplo) y al personal de la hostelería. Afortunadamente no tuve ningún encuentro con “la gente del orden”.
No me ha gustado Japón como país, como contexto, como lo que se vende al foráneo anhelante de lugares exóticos y templos impresionantes.
El monte Fuji lo vi de lejos y lo fotografié con zoom y lo he pintado a mi manera, eliminando en el cuadro el poco agraciado pueblo que lo circunda; he salvado uno de los lagos, algo es algo.
Así idealizo la vida, quitando lo feo, ocultando lo malo aunque no siempre lo consiga con beneficio..En fin. Que los japoneses se defienden del turismo y a los que se atreven a ir –que son multitud- les cobran en lingotes de oro o sacos de yenes las camas para dormir y los helados de té matcha.
A partir de ahora he decidido elegir con muchísimo más cuidado mis destinos viajeros. No quiero más decepciones.
Felices los felices, malgré tout.
LaAlquimista
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Óleo sobre lienzo: Cecilia Casado