Estando embarazada de mi hija pequeña mis padres compraron un piso en un pueblo de Tarragona para que la familia pudiera pasar las vacaciones en un lugar con más horas de sol que en el Cantábrico. “Mi otro mar” siempre ha sido el Mediterráneo y mi segundo “hogar”, Cataluña. Es un lugar donde me siento como en mi casa –aunque me hablen en catalán, que entiendo y chapurreo- y cuya cultura me agrada con la excepción de las sardanas y los calçots (nobody is perfect).

Allí pasaron mis hijas los veranos de su niñez y adolescencia, tuvieron los primeros novietes –y yo los míos una vez separada-. Inauguramos Port Aventura y bajábamos a la playa como las salvajes (fuera de temporada, obviamente). Comíamos pescaditos recién traídos de la lonja, había tardes de sombra en el jardín, piscina y lecturas tranquilas.

Aquel piso pasó a mejor vida –junto con la herencia de mi madre- y se cerró una etapa familiar de vacaciones. Pero yo sigo ahí, erre que erre, reavivando los recuerdos cada verano y cocinando futuras nostalgias.
Encontré, ya hace tres años, un pequeño apartamento con terraza, árboles y flores, en un bajo con salida directa al jardín y a la piscina, donde me instalo con mis bártulos existenciales en la antesala del verano y cuando este llega a su fin.

En estos años he hecho nuevas amistades, tomo mis cervecitas en otros bares y he cambiado tanto como el entorno que cada año inaugura otros negocios, construye edificios cada vez más alejados del mar y satura las playas, los paseos y los jardines hasta el tope humanamente permitido. Pero eso es en Julio y Agosto…

El 1 de Junio los niños siguen en el colegio, el personal madruga para ir a trabajar y, algunos bienaventurados jubilados, -aquí entro- nos regocijamos con una “realidad paralela” que más parece imaginada o diseñada a gusto del consumidor.

“Conejito viajero” y servidora vamos ahora a vivir de una manera diferente, porque lo que es el verbo “descansar” no tenemos necesidad de conjugarlo. Si no te cansas es imposible sentir la necesidad de lo contrario.

Felices los felices.

LaAlquimista

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