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Cecilia Casado

A partir de los 50

El ansia por ponerse moreno


Aquí la gente viene a tumbarse en la playa y cocinarse voluntariamente “vuelta y vuelta”, como un filete poco hecho. Les da todo igual excepto renunciar a su personal paradigma de la felicidad o el modelo perfecto del “dolce far niente”; también los habrá que busquen descansar y huir de otras rutinas menos agradables –como lo son cualquier tipo de trabajo que se haga con el morro torcido-, incluso el esfuerzo cotidiano de vivir en su casa, en su entorno, en esa engañosa y mal llamada “zona de confort”.

Pero a lo que voy.

Que les veo medio tumbados y bajo unas sombrillas que dejan pasar los rayos UVA –que esa es otra- “coloreándose” por partes (abdomen, piernas, espalda, brazos y rostro), apestando el aire circundante a diversos aromas de droguería y contando las horas que les faltan para concluir el ritual/sacrificio de que te pique el cuerpo, te escueza la piel y no puedas dormir por la noche con tal de regresar a casa y recibir la alabanza de las alabanzas –según el ranking de las vanidades sociales-: “¡Anda, qué morena estás”!. Que por cierto es una frase que no se les dirige a los hombres y no sé por qué, como si fuera algo poco viril o que te van a soltar un bufido si se lo dices.

El caso es que el mar, el maravilloso mar, limpio todavía de los desaguisados de hosteleros, navegantes y personal de a pie, ni lo catan. Que está el agua fría, dicen, aunque dentro de unas semanas se sumerjan contentos en una especie de caldo del asilo marítimo con “cositas flotando”.

En cuanto a esa ansiedad por quemar nuestra preciosa piel blanca y convertirla en un mal lienzo emborronado de manchas oscuras y patologías malignas por debajo de la epidermis, que acaben deteriorando sin remedio la dermis y todas las células que componen nuestra maravillosa piel a la que tanto torturamos por mor de no sé qué estándares de belleza de este siglo… no es más que un negocio puro y duro.

Yo soy de sombras, que es lo mejor que tiene para mí el sol. Sombra en el chiringuito con café con leche para templar el ánimo, sombra en la terraza mientras pinto (por la tarde, que todavía no tengo toldo), sombra al atardecer mientras paseo con la perrilla pizpireta…
Las que menos me gustan son las sombras que todavía llevo dentro, como corresponde a un ser humano que demasiadas veces está disconforme entre lo que piensa y lo que se ve obligada a hacer.

Hoy, por ejemplo, se cierne sobre nuestras cabezas LA GRAN SOMBRA. Ojalá llegue un vendaval repentino y se la lleve bien lejos. Cruzaré los dedos mientras veo llover. (Sí, hoy llueve, a ver qué hacen los aburridísimos turistas de los hoteles je je je)

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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