Este año tengo menos rémoras para quemar en la hoguera de San Juan. Año tras año, sin saltarme ni uno y desde hace más de veinte, para celebrar el solsticio de verano enciendo una pequeña hoguera en la playa mediterránea que me acoge y arrojo a las llamas lo que ya no me sirve para nada. Simbólicamente hablando.
Un año fueron un puñado de fotografías y quemé la imagen del hombre amado para siempre. Otro año arrojé, con harto dolor de mi corazón, la lencería de encaje, como queriendo dejar atrás cualquier sexualidad que no fuera de la mano del amor. También se convirtió en pavesas una fotocopia del Libro de Familia (dos ejemplares). Y se ennegreció hasta lo inconcebible un anillo que llevaba un pequeño brillante engarzado en una vieja traición de oro blanco. El caso era hacer limpieza, quemar rastrojos para que la tierra quedase limpia y preparada para la siguiente siembra.
Este año coincide la fecha (casi) con plenilunio y la llamada “luna de fresa” invitando a que la pequeña ceremonia se vea adornada de un mayor simbolismo si cabe. Pero no habrá silencio. En este país catalán donde tan a gusto me siento es noche de tirar petardos, quemar fuegos artificiales, hacer ruido y meter bulla durante muchas horas -todas nocturnas-, quién quiere dormir siendo víspera de fiesta y teniendo kilómetros de arena fina para hacer el picnic con la abuela, los nietos y toda la parentela que traiga su propio condumio. Este año será algo diferente el pequeño ritual porque estaré sola. Como tengo más imaginación que dinero en el banco algo se me ocurrirá…
Me seduce la idea de dejar de lado durante unas horas la visión triste de la realidad que nos meten a machamartillo desde los medios, desde la barra del bar, desde todos los frentes, como si fuéramos un pueblo agostado antes de tiempo, condenado irremediablemente a la miseria impuesta por unos cuantos que, curiosamente, son los que más bienes materiales tienen.
A los que nos sigue quedando el tesoro que ellos han perdido, a los que nos conmueven todavía conceptos como honradez, solidaridad y dignidad, nos limpiará el alma el calor del fuego, la espuma limpia del mar y la luz virginal de la luna.
Quizás haya otra forma más chic de celebrar la víspera de San Juan, con canapés y champagne o con gasas y sedas, pero yo he elegido esta, la ancestral, la que me conmueve las entrañas y me hace sonreir con los pies bien asentados…en la arena.
Y esa noche tampoco sacaré la escoba. Pero tenerla, la tengo…
Felices las felices, todas brujas malgré tout.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com