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Cecilia Casado

A partir de los 50

Imprudencias, imprudencias…

El mar anda muy, pero que muy loco últimamente. Hay días en los que parece una balsa, sin brisa tan siquiera, y otros en los que se asemeja al escenario de una tormenta con naufragio incluido. Aunque haya viento me gusta ir a pasear con los pies en el agua, no es malo que se aireen las neuronas de tanto sofoco intelectual y político que nos ataca en los últimos tiempos.

Paseo con la cámara preparada porque los juegos inverosímiles de las nubes, danzando como locas junto con las olas del mar, son algo digno de contemplar y de dejar constancia de ello.
Somos pocos los paseantes y ninguno los bañistas, aunque siempre hay alguien más aguerrido o temerario que los demás que se atreve a desafiar los vaivenes de la espuma como si fuera una atracción del cercano parque temático.

En estas, a lo lejos, veo una tabla, de las llamadas “funwater”, y encaramados a ella a tres seres humanos que no distingo bien todavía. Tomé una foto por lo bonito del encuadre: el mar revuelto y los solitarios “navegantes”. Pero ya al acercarme contemplo la situación de otra manera: son una niña y un niño –de unos ocho años, quizás hermanos mellizos, desnuditos y felices, aupados a la tabla junto con una mujer joven que decido que es su madre.

De repente, una ola traidora vuelca la tabla y, a pesar de estar cerca de la orilla, los revuelca a los tres. La adulta hace pie, no así los niños. Apresuro el paso porque se me sube la adrenalina. La mujer agarra a la niña de un brazo y la arrastra hasta la orilla entre toses y aspavientos. Vuelve a entrar al agua donde el crío está patas arriba y lo saca también rápidamente. La gente mira desde sus tumbonas. Yo estoy justo al lado y veo que no pasa nada grave…cuando la madre –ya veo que es su madre que les habla en inglés- dice a los críos que no se muevan y ella se mete al agua… ¡a intentar recuperar el remo de la tabla!

Me quedo atónita en la orilla, justo al lado de los hermanitos, y espero a ver qué pasa. La mujer es joven, da dos brazadas, agarra el remo y sale como puede del mar. Al llegar a mi lado, no puedo evitar decirle que ha sido muy peligroso meterse a buscar el remo…y si dije, ya dije: Me cayó la del pulpo en lengua shakesperiana. Que si ha estado a punto de ahogarse con sus hijos, que si nadie ha movido un dedo para ayudarles, que si que mierda de país es este y yo: “keep calm, please” –como la leyenda de las camisetas. Al final, la pobre mujer se va con la tabla, el remo, la niña, el niño y su histeria mal contenida echando pestes y desahogando su pánico.

Yo me quedo muy chafada porque ni por un momento pensé que corrieran peligro grave a tres metros de la orilla, que alguien, incluso yo misma, habríamos ayudado en situación de emergencia; y digo que me quedé mal ya que la pagó conmigo porque no supe tener la boca callada, porque cuando alguien comete una GRAN IMPRUDENCIA, cuando se mete con sus hijos pequeños a un mar embravecido, es su responsabilidad total y absoluta y no vale decirle: “te lo dije”

Pero también me cabreé muchísimo porque estando a mediados de junio –a pesar de ser día laborable- no había ni un solo vigilante o socorrista o como se llamen esos chavales que se sientan en una torrecilla de madera, bajo una sombrilla y miran sus móviles tapados con sus chalecos rojos.

También me puso de mal talante ver las caras de los que estaban en sus tumbonas, mirando la jugada e incluso filmando con sus móviles. Total que me fui a casa con la sensación de que se me había estropeado la mañana y porque la británica en cuestión se cagó en mis muertos además de en los de todo el gobierno catalán. Desventajas de entender inglés.

En fin. Me lo tuve que hacer mirar con mucha calma y mayor reflexión. Luego a la tarde pinté un cuadro con los árboles torcidos por el viento. Me pareció acorde con mi estado de ánimo. Para cenar, una pizza que es mejor que un Lexatin.

Y feliceslos felices, de churro.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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