Digamos que esta es una de las muchas asignaturas pendientes que tenemos los humanos activos, resolutivos e inquietos. Digamos que casi todos conocemos la teoría y las gravísimas consecuencias de no saber tascar el freno a tiempo y creernos poco menos que “superhéroes” del día a día. Digamos que es más fácil decir que hacer…
Sin embargo, quiero dar fe y dejar constancia –aunque no tengo diploma de Notaria en la pared, pero sí que lo tengo en mi “espacio mental”- de que parar a tiempo, no solamente es posible, -además de necesario- sino que depende muchas veces de un factor que controlamos con mano férrea; y que no es otro que la propia SOBERBIA.
Sí, esa chulería emocional del “yo puedo” que decimos antes de caernos de la escalera que se tambalea a la que nos hemos subido para alcanzar de mala manera algo que un día hemos ubicado fuera del alcance normal de un humano.
Sí, esa chulería verbal del “es lo que hay” que nos lleva a querer controlarlo todo en el hogar, en la familia, en el trabajo y que suele ir de la mano del no menos chulesco “quita, ya lo hago yo que tú no sabes” y nos lleva a sobrepasar las propias fuerzas, la propia capacidad y a realizar chapuzas inmensas “por mis santos xxx”. Obviamente, luego se paga todo y con iva y propina incluidos.
Pero a mí ya no me pilla ese “carrico del helao”, que tengo más conchas que un galápago. Y lo pongo en práctica con toda la humildad posible. Y lo cuento a quien quiera escuchar y me pongo como ejemplo.
Que no es otro que procastinar cualquier tipo de trabajo cuando estoy más cansada de lo normal; ese “deja para mañana lo que no puedas hacer hoy” en contra de lo malamente aprendido en otros tiempos.
Que me dejo llevar por lo que mi cuerpo manda –y manda y demanda muchísimo- sin llevarle la contraria. Le escucho cuando me dice: “para ya”, o “no comas más” o “duerme otro par de horas que te hacen falta”.
Con humildad de jubilada “bien mandada”, les cuento a mis hijas cómo lo hago por ver si ellas aprenden la lección antes de que sea demasiado tarde y el cuerpo (o la vida) les pase la factura por no saber parar a tiempo. Como me la pasó a mí por la ensoberbecida actitud que tuve hasta casi los cincuenta años.
Sí se puede…pero con un poco de humildad.
Felices los felices.
LaAlquimista