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Cecilia Casado

A partir de los 50

Gente que odia leer


¿Por qué hay gente que no lee libros? Esta es una pregunta retórica que no necesita respuesta ya que todo el mundo entiende de qué va la cosa. Es una queja, un lamento, un sobreentendido con pocas posibilidades de sobrevivir. Los que amamos la literatura en todas sus formas, en prosa o en verso, ya sabemos que es tiempo inútil y energía desperdiciada intentar convencer a quien no quiere hacer una cosa… de hacerla.

A ver, que en este tema hay que pillársela con papel de fumar porque conozco a bastante gente que no lee en absoluto y me cuesta comprenderlo viéndoles tan convencidos de que los libros no tienen cabida en sus vidas, que no son necesarios, que el concepto “cultura” es algo sin lo que se puede vivir.

Tema peliagudo, insisto. Una vez, hace años, yo tenía una amiga bastante desinteresada de lo que ocurría en el mundo en general y del posible beneficio de los libros en particular. Hablando sobre el origen de la democracia, ella confesó ignorar cuál había sido su cuna, de dónde nos venía al ciudadano del siglo XXI el régimen político bajo el que vivimos. Le solté un par de pinceladas rápidas sobre los atenienses de quinientos años antes de Cristo y me interrumpió enfurecida: -“¿Me estás llamando ignorante o qué?” y yo me quedé cortadísima y me disculpé y me juré a mí misma que siempre dejaría a un inculto que hiciera gala de lo suyo sin meterme en medio.

Si aceptamos que somos una trinidad compuesta de cuerpo físico, lo mental y lo espiritual y entendemos que hay que alimentar al cuerpo físico –con alimentos sanos y ejercicio moderado-, a lo espiritual con un poco paz y silencio y florecillas primaverales…¿por qué machacamos la mente dándole de comer BASURA pura y dura? Porque, por eliminación, la gente que no lee es la que se infla de ver la televisión, convencida de que es más que suficiente ver un concurso de palabras o un documental de La2 para compensar las horas y horas que pasan absorbiendo porquería por los ojos y salivando con las miserias ajenas expuestas en público con morbosidad vergonzante.
¿Cómo ayudar a quien no pide ayuda porque está seguro de que no la necesita? ¿Cómo compartir el buen sabor de boca que deja una novela bien escrita con quien hace ascos antes de probarla? Como cuando de niños decíamos: -“Esto no me gusta” y nos respondían: “Pero… ¡cómo vas a saber si te gusta si ni siquiera lo has probado!”

Si supiera de antemano que esta ínfima cruzada está perdida ni me molestaría en escribir estas líneas. Pero he aprendido que en esta vida hay que confiar y perseverar en las cosas que nos parecen importantes, que no vale –porque es triste y penoso- decir, allá cada cual que haga lo que quiera, qué me importa a mí si se enfangan con los programas putrefactos de la televisión, allá películas con sus mentes que se privan del placer de viajar sin maletas, de soñar con las alas desplegadas, de imaginar mundos más amables o, simplemente, de adquirir paz, paz en el silencio de una buena lectura y sosiego sin alaridos ni anuncios ni contemplando el embrutecimiento ajeno…

Nunca es tarde si la dicha es buena. No seremos demasiado mayores ni demasiado viejos para descubrir algo que es beneficioso para la mente y para el espíritu. Quizás ahora sea el momento propicio para ello, para intentar compartir con quien nunca ha cultivado el hábito de la lectura, quizás sea el momento de llevar un bonito libro a esa persona mayor que no tiene más salida al mundo que la pantalla de la televisión. O leerle en voz alta un poema de Machado, o uno de Gloria Fuertes haciendo voces.

Argumentos no hay ninguno que vayan a querer escuchar. Bueno, quizás con un poco de picardía se les podría “engañar” un poquito con el símil del jamón ibérico que está muy rico y … ¿qué pensaríamos de alguien que se negase a probarlo aunque sea una vez?

Aquí lo dejo. Yo regalo libros a quien los necesite porque las historias que atesoran son de todos. Que rulen.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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