Cumplo los años al final del verano y siempre he sentido que comienza el nuevo ciclo dejando atrás el calor y la expansión veraniega para volcarme en el recogimiento que precede al invierno. Así que el otoño es mi tiempo favorito. Tiempo de trabajo, de preparación, de ilusión también por revivir con el aire fresco, respirar sin trabas, cubrir el cuerpo, proteger el alma.
Yo cambio de piel en otoño. Hago balances y limpiezas emocionales, llevo a cabo las decisiones postergadas, ésas que la molicie veraniega ha arrumbado al rincón de las pequeñas cobardías personales.
Así como aconsejan hacerse un “peeling” –que es algo así como una limpieza de piel pero tan sólo en lo estético-, yo he aprendido a arrancarme la “piel seca” del tirón y dejar que tome el aire lo que pugna por salir de mi interior. Bien entendido que me gustan las metáforas, bien entendido que tampoco pongo mi casa emocional patas arriba como si me hubiera dado un ataque de locura, aunque alguna vez he estado a punto, las cosas como son…
Cumplo años y me replanteo la vida; cada año, sin excepción. Igual es esa reflexión que por tradición se hace el primero de enero y que yo la he anticipado a finales de septiembre, puede ser. Pero lo que sí sé que ya forma parte de mi esencia es el hecho de no dejar que “pase la vida” sin tomar conciencia de en qué punto exacto estoy en cada momento. Ahora puedo permitirme el lujo (y creo que también tengo la obligación) de hacerlo porque estoy calmada, no hay ninguna vorágine laboral, económica o emocional que me lleve dando bandazos de aquí para allá, buscando, siempre buscando la tranquilidad, el equilibrio, ese respirar tranquila que tanto tiene que ver con la paz interior.
Cuando “cambio de piel” me lo replanteo absolutamente todo. Las relaciones familiares, las relaciones con las amistades, incluso la relación conmigo misma. Saco el forro y le doy la vuelta. Y es entonces cuando caen las costuras que se estaban deshilachando, cuando aparecen pelusas y porquería que estaba ahí escondida, es el momento de una limpieza inevitable…
Escribo cartas donde me expreso a corazón abierto. Empujo con fuerza la barrera que me frena para dar el salto que necesito dar. Me acerco a algunas personas dejando de lado el miedo y me alejo de otras por instinto de supervivencia.
Me lo replanteo absolutamente todo: desde la forma de alimentar mi cuerpo hasta la forma de hacerlo feliz. Me cuestiono el presente y lo escudriño febrilmente hasta que encuentro la fisura por donde se me iba escapando la ilusión. Entonces, invento una nueva para pasar los próximos meses.
Este año hay algunos cambios que intentaré propiciar para que lleguen a mi vida este otoño. Lo primero, la salud. Es decir, cuidar un poco más mi “continente” para que el “contenido” pueda seguir funcionando sin demasiados sobresaltos.
Lo segundo, lo emocional. Poner a cada persona en su sitio y saber cuál es el sitio para cada persona. No soñar con lo imposible ni maquillar la realidad para que parezca más bonita.
Y, finalmente, “lo otro”, llámese como se quiera llamar a esa necesidad de transcender un poquito más allá de lo puramente físico o mental. Quizás “consciencia”, acaso “espiritualidad”, me desagradan estas etiquetas. Pero yo me entiendo y estoy segura de que muchas personas sabrán de qué hablo…si ellas también toman el trabajo de cambiar de piel.
Felices los felices.
LaAlquimista
*”Mudar de piel” Mujer de agua.
Amanda Arrou-tea – Artist & muralist (amandaarroutea.com)

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