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Cecilia Casado

A partir de los 50

Querer y no poder

Desde siempre me ha gustado la lluvia, esos días nuestros, tan incomprendidos por los de fuera, en los que la belleza se transforma en algo superlativo que los ojos no siempre ven pero que se siente desde adentro.

Estos últimos días ha llovido con ganas y me he levantado de buena mañana contenta; mirando el horizonte –al fondo, el mar- y sintiendo que es el día idóneo para pasear por el parque más bonito de la ciudad o seguir el camino que bordea el rio hasta cansarme y volver a casa en un autobús.

Tengo de todo para hacer frente a los caprichos de las nubes: buenas botas, ropa para el frío y la lluvia,  gran paraguas y la gorra que nunca está de más y que me favorece un montón.

Y salgo a la calle con ganas e incluso ímpetu, pero en cuanto me pega por babor la primera ráfaga de viento me asalta el pensamiento de si no estaré “más mejor” en mi casita, a cubierto, con un libro y la mantita en el regazo.

Pero quiero salir, quiero demostrarme a mí misma que me dan igual los elementos y lo que ponga en mi DNI y tiro por la calle de en medio que es la que siempre me ha dado más sustos y disgustos porque me meto en ella sin sopesar las consecuencias.

Casi dos horas después y convenientemente empapada de arriba abajo, con las orejas moradas y la nariz moqueando, vuelvo a casa y me tengo que hacer una infusión de “starlux” para quitarme el desapacible malestar que se me ha metido entre pecho y espalda, además de darme la segunda ducha del día.

Así que se me pasa de golpe la tontería del bucolismo ese de la poeta ofreciendo su rostro a la lluvia, el cabello enloquecido por el viento, siendo reemplazada por la imagen del médico junto a su cama diagnosticando la pulmonía que la llevará a la tumba, poemas y sonetos incluidos.

A todos los que dicen que les encanta la lluvia y mojarse y chupar frío subiendo a un monte o bajando por una quebrada les quiero ver yo al día siguiente con el termómetro y el frenadol de turno.

Lo dicho; cada día hay más cosas que quiero y no puedo, así que voy a darle la vuelta a la tortilla y querer únicamente aquello que “puedo poder”.

Felices los felices.

LaAlquimista

*Fotografía de la autora, derechos reservados

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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