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Cecilia Casado

A partir de los 50

A gastar, a gastar…

No me cabe la menor duda de que cada persona tiene sus respetabilísimas prioridades en la forma de hacer cambiar de manos el dinero que cuesta tanto ganar. Pero suponiendo que haya “de sobra” es curiosa la forma en que cada quien hace de su capa un sayo por esto del consumismo navideño.

Primero de todos están los que echan cuentas de cuánto cuento pueden permitirse. Es decir: lo justo para poner en la mesa algo que luzca más de lo que cuesta. Son los que compran sucedáneos de lo auténtico que sale demasiado caro. Ahí está ese mercado “fake” para vender angulas falsas, cangrejo ruso falso, caviar falso, foie falso, turrón falso… para una falsa Navidad, claro está. O beber cualquier líquido que tenga burbujas y sea más o menos amarillento. Estas personas no podrán hacer más regalos que los que se necesiten urgentemente: un pijama, calcetines, quizás un abrigo o unas botas para el frío y esperando a las rebajas por puro sentido práctico de la cosa.

Nadie quiere pertenecer al grupo que a duras penas llega a fin de mes. Nadie quiere que le miren como si fuera pobre y, es precisamente por eso, por lo que hay a disposición del consumidor todo aquello que haga soñar con el prestigio indudable de poder consumir. Hay que gastar –aunque sea malamente- pero que se note que hay muchos ojos mirando.

Veo por un agujerito al ama de casa que además trabaja otras ocho horas fuera de su casa recibiendo con cara de estupefacción una colonia de 80€ de las que anuncian en la tele. La imagino traduciendo ese dinero en posibilidades para el carro de la compra. O yéndose una tarde loca al Primark para darse el gusto. Pero no. Le han regalado algo súper lujoso y supuestamente lujurioso que no le hace ni un ápice menos infeliz porque ella no se parece a la modelo del anuncio ni con todos los filtros del tiktok ese. Y como todos somos “clase media” aunque se cobre el salario mínimo, pues se tira la casa por la ventana por lo menos para sentirse bien con uno mismo. ¡A ver si se va a perder esa libertad en fechas tan señaladas!

En mi familia nos obligaron a ser sobrios. Que no quiere decir que no se pudiera beber alcohol sino que había que practicar la sobriedad, un mandato religioso para las familias cristianas. Significaba que había que ahorrar parte de los ingresos, que no había que procurarse caprichos ni lujos –aunque fueran del tres al cuarto-, que habiendo “tanta hambre en el mundo” no era de recibo poner en la mesa champagne de la France. En resumidas cuentas: que eran unos tacaños. El placer no era gastar el dinero haciendo muchos regalos a la familia sino guardarlo a buen recaudo con gran satisfacción.

Creo que de eso hay mucho todavía, sobre todo entre los hijos de aquellos tacañones del siglo XX. Gente que mira “la pela” como si fueran pepitas de oro y a quienes les parece una locura regalarse unos zapatos nuevos cuando los viejos todavía pueden tirar otro invierno. Son los adoradores de las marcas blancas porque son más baratas, no por otro motivo. Los que no van al cine, ni al restaurante, ni mucho menos al bar a tomar un vermú. Si acaso, a algún evento que la municipalidad haya organizado y que sea “de gratis”, por supuesto.

Entre tener dinero y gastarlo mal o no tenerlo y gastarlo peor hay una ancha carretera con muchas bifurcaciones. Sobre todo porque a nadie le gusta que le digan cómo tiene que gastarse su peculio, sea este magro o seboso.

Mi gasto imprescindible es el de compartir lo que tengo. Por aquello de la conciencia tranquila y tal, y porque compartir es vivir como me decían mis hijas cuando querían sacarme algo que se pagara con (mi) dinero. Compartiendo lo propio seguramente se recibirá a cambio lo que otros también quieran compartir. A ver si hay suerte y nos juntamos los que sentimos este tema de la misma manera…

Felices los felices y los que quieran serlo.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2024
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