*Fotografía sacada de Internet.
Esto no es un axioma, obviamente, pero se parece tanto a la realidad como un ladrillo a otro. Cierto es que las generalidades no son convenientes para su uso cotidiano porque pueden distorsionar el concepto de la cosa; no obstante tengo la maldita constancia en mi haber de que ‘muchas’ personas mayores abusan y avasallan amparándose en la fecha de nacimiento de su D.N.I.
He decidido que no quiero ser así cuando sea mayor, cuando llegue a esa edad provecta –si llego- en la que algunos creen que tienen más derechos que otros tan sólo por el hecho de tener menos pelo y más enfermedades. Lo veo en el autobús en la hora punta, en la cola del súper, en los bancos del parque, en la conferencia de la casa de cultura. Es una actitud fácilmente identificable: ellos te miran y tú sientes que les debes algo. Y entonces les cedes el asiento, el puesto en la caja o el mejor sitio al solecito (o a la sombra). A veces te darán las gracias con una sonrisa y otras escucharás una especie de gruñido intraducible al idioma de las relaciones humanas.
-“¿Por qué lo hacen?” –me pregunto en cada ocasión que me toca ser sujeto paciente de alguna actitud avasalladora-, y no encuentro ninguna respuesta que tenga algo que ver con el raciocinio común y corriente.
Los adultos mayores -léase pensionistas- son respetados suficientemente en nuestra sociedad; de hecho, tienen una serie de ventajas añadidas a la edad que no son nada desdeñables. Es por eso precisamente que me sigo haciendo la pregunta del principio.
Aunque creo que voy a ser capaz de responderme a mí misma dentro de poco; ya voy llegando.
Felices los felices
LaAlquimista
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