Este es el número oficial previsto por Tráfico -pero ¿tantos coches hay en España?- de vehículos particulares que se van a lanzar –ya han comenzado hace un par de días- a las carreteras nacionales para ir y volver de algún sitio en los días feriados de la Semana Santa oficial. He visto alguna imagen de caravanas kilométricas dignas de las peores películas apocalípticas. Eso sin contar las marabuntas en aeropuertos y estaciones de tren. Qué estremecimiento he sentido desde el sofá de la sala.
Hoy es Jueves Santo, día festivo, y escribo contemplando la suave lluvia detrás del ventanal de mi habitación. He tenido que asomarme un poquito al vacío (vivo en un decimoséptimo) para cerciorarme de que no pasa ni un coche, no hay seres humanos en la calle excepto los habituales paseadores de perros. El bar de abajo está cerrado y el colmado de la esquina también. ¿Confinamiento otra vez…?
Una amiga y un amigo –ambos por separado- me han informado de que: “no piensan salir de casa hasta que se vayan los turistas”. Otros se escapan “al pueblo” o pillan un avión a la otra punta del mapa. Los hay que no pueden moverse de casa porque andan “de hospitales” –que quiere decir siguiendo un durísimo tratamiento que no entiende de festividades-.
Estoy cansada; por eso no les he quitado el polvo a mis maletas, falta de ganas o de ilusión –suponiendo que sean cosas diferentes-. Quizás si estuviera enamorada me saldrían alas en los pies. O si muy desesperada y necesitada de recogimiento me habría ido a un retiro de esos que parecen religiosos pero que son existenciales –o necesarios para seguir soportando la carga de la existencia-.
Mañana comeré con un par de “poetamigas” que tienen la peculiaridad de que siempre me río mucho con ellas. A ver si cae una buena paellita de marisco por aquello de la tradición de no comer carne. Falta me hace, -las risas y la paella-. Y a quién no.
Haremos un paréntesis entre niños masacrados, barbaridades cruentas, civiles indefensos partidos en trocitos por las bombas. Haremos durante unos días como si no pasara nada terrible en este planeta, en este continente y en este país. Nos olvidaremos –o lo intentaremos al menos- del loco de la gorra roja, del impresentable Mártir de la Hermandad de la Sobremesa Perpetua, del “benjamín” sin chispa pero con bombas y del otro loco bajito que tira misiles para que nadie le apee de la foto del liderazgo bélico mundial.
Bueno, en realidad son solo unos días de mirar hacia otro lado; pronto pasarán y los que se van ya volverán…menos los que se queden en tanatorios u hospitales del camino. Es ley de vida. O ley de la carretera.
Ni de torrijas tengo ganas, cachislamar.
Felices los felices, malgré tout.
LaAlquimista
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Donostia, 17 de Abril de 2025