De vez en cuando abro mis cajones y me da que me sobran la mitad de las cosas que guardo con tanto afán como si fueran joyas de coleccionista y les doy volquete y, con una papelera al lado, voy deshaciéndome de fruslerías y porquerías varias.
Otro tanto me ocurre con los archivos informáticos y no digamos con los “amigos virtuales” del Facebook. Busco entonces esa media hora tonta que todos tenemos a media tarde y empiezo a darle al “eliminar” o al “delete”. Que es que una guarda escritos que ya no sirven para nada porque ni me acuerdo quién me escribió aquellas cartas o poemas o me asaltan nombres que me obligan a escurrirme las meninges para intentar poner cara a personas de mi pasado. Nada. A la papelera de reciclaje o al contenedor de las relaciones olvidadas.
Mientras paso la “spontex virtual” me pregunto que para qué y, sobre todo, el porqué de querer halagar mi estúpida vanidad con contactos “interesantes” que seguro que ni se acuerdan de quién soy yo ni mucho menos por qué figuro entre sus amistades.
Nada. Borrón y cuenta nueva. A la basura, que no tengo las espaldas como para cargar con fardos llenos de humo.
Bórrame tú también, por favor; sí, tú, ese contacto que está ahí sirviendo de nada y que nunca da señales de vida… o de muerte, que no son pocas las personas que han fallecido y siguen “vivas” en la base de datos universal de los dueños del mundo.
Felices los felices, malgré tout.
LaAlquimista
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