Casi cada vez que doy un salto aéreo en el mapa supone un madrugón de juzgado de guardia. Incluso levantarse a las 2 de la mañana para pillar un avión a las 5. Una locura y, como no puede ser de otra manera, el cuerpo protesta. Y mucho; por lo menos el mío.
Así estaban las cosas que esta mañana no he podido ir a la excursión del Parque Nacional de Tierra de Fuego ni a pasear varias horas en barco por las islas hasta el canal de Beagle.
He tenido que recuperarme de una noche toledana metiendo en mi cama al señor Fortasec … ya que el cambio de dieta y el brutal cansancio me están dejando sin defensas y ya se sabe que el “motor principal” se aposenta en los intestinos.
Después de desayunar dos yogures y un plátano al mediodía se ha obrado el milagro de la farmacopea: por la tarde ya he podido dar un paseo de varios kilómetros por la costanera pensando en mis cosas y haciendo propósitos para no sobrevalorar mis fuerzas a esta edad provecta que me habita.
Como compensación del día perdido he adoptado tres pingüinos y me he comido una sopa de arvejas y quedo lista y preparada para el siguiente avión rumbo a El Calafate. Un poco menos al Sur, pero más cerca de los glaciares. 
Show must go on!
Felices los felices.
LaAlquimista
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