!Ah, por todos los dioses!
Ya estoy en medio de una aglomeración -con lo que a mí me gustan -; ya estamos miles de turistas, empujándonos a codazos- sorry, please, !Que me dejes sitio!- correteando como pingüinos por las pasarelas que circundan las cataratas con el agua más rojiza del mundo.
Los mejores vídeos están en YouTube- desbancados para siempre los documentales de National Geographic- así que no voy a dar la chapa con mis fotos, sacadas con el móvil.
¿Vale la pena venir hasta aquí?
Me perdí, me retrasé y pedí que me dejaran tranquila.
Después de dos recorridos de varios kilómetros pensé que había visto suficiente y renuncié a montarme en un barquichuelo para pasar cerca de la rompiente de millones de metros cúbicos de agua por segundo.
Eran las 2:00 de la tarde y el calor y la humedad rozaban máximos históricos, así que me tumbé debajo de un árbol a sentir otra vez la experiencia…! !Pero me quedé dormida y cayó una siesta de campeonato!
Entre el agua congelada de los glaciares y el agua viva de las cataratas me quedo con las cataratas; cuestión de gustos.
Para rematar el día un solomillo de medio kilo que, curiosamente, me sentó genial. Es única en el mundo la carne argentina, se pongan como se pongan los bueyes gallegos… 
Mañana pasamos a Brasil a ver lo mismo desde el otro lado.
Felices los felices.
Las dos últimas fotos son el regalito que me traigo de esa tierra ubérrima…
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