Son tantas las horas de espera que he tenido que pasar en los aeropuertos argentinos que acabo fijándome en TODO y reflexionando sobre ello. Es que no me concentro con un libro y me aburren los vídeos de tikcotrocok.
Aeropuerto de Iguazú.- Cómodo y lujoso por ser lugar de paso preferencial para turistas.
En la zona más apartada hay sillones inmensos para descanso de los viajeros. Allí aterrizaron tres jóvenes pedorras con sus mini shorts intrauterinos y se desparramaron, descalzándose, ocupando CADA UNA UN SOFA DE CUATRO PLAZAS.
Y el que venga atrás, que arree. 
Yo estaba enfrente y les lanzaba miradas tipo la madrastra de Blancanieves a ver si se daban cuenta del abuso que estaban perpetrando.
Llegó una familia con niños y se apretujaron cuatro en el espacio de dos mientras que ellas seguían poniendo morritos en el móvil y comiendo esas patatas que no son patatas y manchándolo todo. Como unos veintipocos tendrían…
En fin.
Ya hablo y pienso y reflexiono como una señora mayor.
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Escenas de aeropuerto.- (II) El que avisa no es traidor.
Aeropuerto de El Calafate. Instalación permanente junto a la sala de embarque. Una virgencita cargadita de rosarios y demás parafernalia para que le reces para que quien pilote la nave no padezca un ictus en pleno vuelo. La gente cree en estas cosas…y en muchísimas otras, como que un conejito de peluche les proteja de todo mal.
Cada uno con sus creencias, oiga.
LaAlquimista
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