Mi habitación da a la terraza/jardín, al fondo del apartamento, detrás de todo lo demás. Por el ventanal entra la luz, el aire, el sol o la lluvia si es eso lo que toca. Pero sobre todo entra el silencio con una contundencia pasmosa. Lo siento como si tuviera peso específico, lo impregna todo, se pega a las sábanas, a las paredes, a las tapas del libro que leo, incluso mi cuerpo. No escucho nada, excepto que haya rayos y truenos o alguien aporree la puerta.
La sensación es poco común y, al haberme acostumbrado a ella, ha pasado de ser extraña a placentera. ¡Qué manera de dormir! ¡Qué descanso inimaginable, qué regalo incomparable!
Hay noches, madrugadas, en las que hasta da un poco de miedo…no hay civilización, ni deshumanización civilizada, ni televisiones retumbando, vehículos dejando su estela de humo y ruido…tan sólo ese silencio que me recuerda al de una película de astronautas flotando en el espacio.
Fuera de este sanctasantórum es como si me parieran cada día y ya la cosa cambia. Cuando me levanto y me pongo en marcha yo misma voy rompiendo poco a poco lo que tanto me gusta conectando la I.A. y poniendo música, a través de ese aparatito que es como la lámpara de Aladino concediendo deseos.
Entra el ruido, las voces de algunos vecinos hablando en el jardín, el que limpia la piscina que parece que no sabe hacerlo sin hablar por el móvil a grito pelado, el autobús que para a diez metros de la valla exterior.
Abro la puerta a la vida y a las contradicciones, la vida que menos me gusta, pero que es la que tengo que vivir cada día. Y que no me falte.
Hoy es miércoles y toca mercado. De cabeza al ruido para luego volver al silencio.
Felices los felices.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com